La pasada semana les informábamos de que el encargado de las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia será principalmente el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui. Tras el relevo de María Teresa Fernández de la Vega, quedaba la duda de quién sustituiría a la vicepresidenta en la recepción del Papa, que visitará Barcelona y Santiago en el mes de noviembre.
¿Qué menos que lo haga el vicepresidente?, señalaba Rubalcaba. Sin embargo, el hecho de que sea el número dos del Gobierno quien reciba a Su Santidad resulta un desaire diplomático por parte del número uno. Por una parte, Zapatero no quiere acudir a un acto en el que estarán presentes miles de católicos cuya opinión nunca ha tenido en cuenta. El presidente del Gobierno se limitará a un encuentro con el Papa en Barcelona en la tarde del domingo 7 de noviembre.
Por otra parte, no es la primera vez que Zapatero trata de menospreciar a la Santa Sede: el presidente español aprovechó su última visita a la Ciudad de El Vaticano para saludar al presidente italiano, Silvio Berlusconi. El hecho de que un jefe de Gobierno visite al presidente de la República y al Papa en el mismo viaje es un desprecio mal visto en los ambientes diplomáticos. Berlusconi era consciente y, como recordarán, dejó colgado a Zapatero en mitad de la rueda de prensa.
Mariano Tomás