Sr. Director:
El pasado 1 de octubre tuvo lugar la entrega de los premios anuales (1) que nuestra querida Montse, la trilera según se la llama en su gremio por como manipula los datos (2), como directora del Observatorio de violencia de género dependiente del Consejo General del Poder Judicial, entrega a sus amiguitas feminazis y asimiladas, estómagos agradecidos, junto con sus corifeos/feas y palmeros/meras.
En su momento, y haciendo uso de nuestro derecho a estar presentes en el acto, con antelación más que suficiente, pedimos invitaciones para acceder sin problemas. Nos contestaron que estaban agotadas. Ante esta contestación hicimos como Shrek al principio de la película.
Como no queríamos perdernos tan magno acontecimiento de reconocimiento a los numerosos méritos de las feminazis en favor del nuevo orden social que propugnan, acudimos con intención de manifestar nuestra opinión amparándonos, ilusos de nosotros, en la legislación vigente. Léase Constitución Española.
Ingenuos de nosotros, nos olvidamos que hay nuevas leyes de rango superior. Las leyes feminazis.
Llegamos todos de forma individual e independiente, por caminos y medios diferentes, pero a todos nos obligaron a no acercarnos siquiera a la fachada. Según te bajabas del coche o según doblabas la esquina, eras identificado (sólo a nosotros dejando al resto de los peatones circular libremente sin preguntarles siquiera) e invitado a permanecer a una distancia suficiente para que no nos viese la prensa y no molestásemos, con nuestra indigna presencia de ciudadanos de quinta categoría, a tanta Señoría, tanta Excelentísima y tanta Ilustrísima.
No llevábamos camisetas ni nada que nos pudiese identificar, pero sólo nos paraban e identificaban a nosotros. Curioso. Para asegurarse de que se cumplía la ilegal orden, cerca de treinta policías fueron enviados a retenernos. Tampoco se nos permitió el uso del megáfono para evitar que nuestro ya famoso juglar les cantase coplillas a sus ilustrísimas, Excelentísimas e Ilustrísimas. De hecho nuestro juglar está esperando a que se celebre el juicio en el que, entre otras falacias, se le imputa el terrible delito de, en palabras de la jueza que le denunció: "...me cantaban coplillas...".
Ante nuestra protesta resulta que, curiosamente, sabían de nuestra petición de invitación, de la negativa a invitarnos y que íbamos a ir a pesar, de que ninguno de nosotros se lo había dicho a la policía ni a la delegación del Gobierno ni a Montse y sus secuaces.
Parece que algo de miedo nos tienen. Como dice la rata Pérez y sus acólitas y secuaces: "Están perfectamente organizados y financiados". También parece claro que nos tienen más que vigilados.
Nos sacamos unas fotos para enseñárselas a nuestros hijos y estuvimos hablando con los policías que nos dijeron que con gusto se cambiarían a nuestro lado pasando a contarnos sus experiencias y conocimientos sobre la materia, que no hicieron sino confirmar cuanto ya sabemos.
Finalmente, tuvimos que retirarnos porque Montse debió hacer otra llamada a sus adictos de RTVE, no olvidemos que es una madriguera de feminazis, y el hombre del tiempo nos envió un buen chaparrón.
En cuanto a lo que sucedió dentro del cubil, hemos de remitirnos a la crónica de uno de los pocos medios de comunicación críticos con las feminazis y que se atreven a publicar lo que los demás ocultan o manipulan (3).
No sabemos en que consistió el ágape posterior, pero ya sabemos que las ratas son capaces de tragar casi cualquier cosa sin sufrir trastorno alguno. Como ejemplo, tomemos a quien ya ha dado muestras de su capacidad para deglutir lo que le ordenen. (4). Tendremos que insistir. De momento presentaremos queja formal y seguramente denuncia por habérsenos vulnerado nuestros derechos constitucionales. ¡No sé por qué me da que no nos van a hacer ni caso sus Señorías, Ilustrísimas y Excelentísimas!
Francisco Zugasti Agui
zugastiagui@yahoo.es