La ley del aborto es de extraordinaria importancia para todos nosotros, porque el aborto constituye un drama completo en nuestra sociedad, una llaga que oscurece el alma de nuestro pueblo e impide que nos conozcamos y nos amemos.
Ningún Parlamento, ninguna mayoría parlamentaria tiene derecho a eliminar una sola vida inocente; y menos aún a declarar el derecho de ninguno a hacerlo. No sólo es algo ilegítimo, es además una ley injusta, por más que nuestros legisladores y nuestras autoridades sean legítimas y merezcan el correspondiente respeto.
¿Realmente alguien puede creer que con más "educación sexual" en todos los niveles educativos va a reducirse la escalada de nuevos embarazos y nuevos abortos?, ¿o repartiendo gratuitamente anticonceptivos de la última generación?
¿Promoviendo de este modo la promiscuidad es sensato pensar que se va a combatir el aborto? ¿Es razonable que el centro del debate lo haya ocupado si las adolescentes que aborten han de informar a sus padres?
Sinceramente, pienso que la ley se ha cerrado en falso. Hay una grave preocupación social por esa triste realidad de nuestros días, y por nuestros jóvenes y las futuras generaciones. Hubo, además, una gran alarma inicial por los horrores cometidos, que ahora queda frustrada.
José Morales Martín