No le hicieron caso y siguieron pegados a los ricos, a la plutocracia y siguieron haciendo tómbolas benéficas.
Era una encíclica para los obreros, a lo que el Papa quería convertir en clase medida, en proletarios y, en el entretanto, que se les subieran los salarios. Pero muchos católicos reescribieron las palabras el Papa -no sé qué me recuerda esto- y, en definitiva, el problema de la implantación del revolucionario texto se aplica, sí, pero con menos intensidad y en un lapso mucho más dilatado.
Algo parecido está ocurriendo hoy en la Iglesia con el derecho a la vida. Hoy, el esquema José Bono: yo sigo a Cristo no a los obispos, porque soy mi propio obispo. Es la escuela del aquel famoso canónigo de la Transición -cuyo nombre no cito- quien cuando se le decía por qué no abandonaba la Iglesia si no creía en ella, siempre respondía: para fastidiar desde dentro. O sea, como los británicos con la Comunidad Europea, si ustedes me entienden.
Con el aborto está pasando algo similar. Repito: si Rouco no va a la manifestación es porque está hasta el solideo de los católicos del PP, esos que aseguran rezar el rosario cada día pero que masacran el derecho a la vida cada día. El arzobispo de Madrid se niega a que las televisiones superpongan su imagen en la manifestación del próximo sábado con los líderes cristianos del PP o del PSOE, con los Mayor Oreja, Bono, etc.
Tiene toda la razón. Porque, además incide sobre otro hecho más grave, el de la Rerum Novarum: católicos a la carta que no hacen caso al Magisterio. No obstante, claro que hay que acudir a la manifestación del sábado. Rouco ha hecho bien en no ir; nosotros sí debemos estar.
Eulogio López
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