El Papa ha promulgado un año dedicado a los sacerdotes, que, a pesar de los pronósticos, siguen creciendo de forma global: en Camerún y Angola ascienden a 2.000, mientras que en 1932 apenas había uno, y Corea cuenta ya con más de 1.500 seminaristas.
Pero el sacerdote tiene una gravísima responsabilidad, su papel en el mundo es de tal importancia que puede decirse que muchos de los males que lo gravan son causados por su mala praxis.
El sacerdote que se aleja de Cristo y no le tiene como a su guía interna puede darse por perdido; de nada le servirán sus sermones ni sus consejos, pues el hipócrita no puede dar lo que no tiene, y es Cristo quien le falta. Por eso, examínese cada uno para no caer en el partido de Satanás, olvidando a qué tan gran puesto ha sido llamado: está en juego lo más amado por Jesucristo: la felicidad eterna de los hombres por los que él murió.
Benedicto XVI ha advertido además, que éste no sólo ha de ser reconocible e identificable por sus virtudes, sino también por la vestimenta eclesiástica.
Isabel Planas
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