Eso sí, no olvidemos que el poder de la Santa Sede es mucho menor que su influencia. Así que las moñazos pueden ponerlo muy difícil, de la misma forma que la cúpula -he dicho la cúpula- de los jesuitas intervenidos por Juan Pablo II se lo pusieron imposible al Pontífice magno.
No hay que engañarse: de los tres votos clericales -sí, pedantón, ya sé que los votos canónicos corresponden al clero regular, pero me da lo mismo- el más difícil para un cura es el voto de obediencia. La pobreza es el antídoto de la avaricia, y eso se puede sobrellevar, la castidad es el antídoto de la lascivia, y suele remitir con el tiempo, pero la soberbia de la desobediencia no remite jamás: muere 24 horas después del entierro.
Y tampoco debemos olvidar otra cosa: los males del Cuerpo Místico de Cristo, el verdadero peligro siempre está dentro. Especialmente dentro de la Iglesia. Por ejemplo, las moñazo.
Eulogio López
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