Cinco de Julio de 2010. Fecha negra en los Anales de la Democracia española. Entra en vigor la Ley del Aborto libre, pendiente de la aceptación a trámite del recurso de inconstitucional presentado por el PP ante el T.C.
Aquí mis pequeñas razones de rechazo y total oposición a este engendro legal:
Por no concebir que alguien se arrogue el derecho de vida o muerte sobre otros.- Por considerar un crimen eliminar al ser humano más inocente e indefenso.
-Porque me dan gran pena todas las mujeres engañadas, explotadas y marginadas.- Porque infinidad de personas - matrimonios o no - serían felices adoptando niños. -Por ser buen español y desear que España no se convierta en un país de viejos. -Porque los niños y niñas son lo más puro, noble y bonito de la Creación.- Por ser esta Ley injusta, inhumana e inmoral, aunque sea legal.-Por no defender a los más pobres y necesitados: madre e hijo por nacer.-Por crear mal precedente para liberar otras injusticias: robo, eutanasia, difamación...
-Por despreciar un millón de firmas del pueblo soberano. Ni recibirles.-Por no prever ninguna clase de ayuda ni para la madre, ni para el hijo por nacer.-Por permitir a niñas de 16 años, ocultar su embarazo y operación a sus padres, que son quienes más le aman y los que le ayudarán. -Por enriquecer como buen negocio a muchas Clínicas abortistas.-Por considerar un derecho de las madres, matar a sus hijos de 14 o 16 semanas.-Por proteger más a los animales-multas millonarias- que a los humanos.-Por no permitir votar en conciencia, sino solo con las consignas del partido.-Por no proteger salud física ni síquica de las madres. Es un coladero para lo demás.
-Por no tener el consenso de la mayoría del pueblo español que rechaza esta ley.-Por haberse valido del engaño, las prisas, sin demanda social y casi, casi de tapadillo.-Por no respetar el 1º de los derechos fundamentales, el derecho a vivir. Sin él, nada.-Por creer ser un triunfo, progresismo, cuando es una desgracia, y un regreso...
Y porque soy hijo de Dios y respeto su ley de amor al prójimo.
Miguel Rivilla San Martín