Tras la subida del salario mínimo hasta los 490 euros brutos mensuales (la mejor decisión del Gobierno Zapatero) el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, ha abierto el diálogo social con un objetivo tan ambicioso como falto de concreción: la reducción de la subcontratación.
La verdad es que la subcontratación es un cáncer del tejido industrial que nadie tiene ni la menor idea de cómo ponerle coto: ni los empresarios, que no lo desean, ni los sindicatos, que se supone que deben desearlo, ni el propio Caldera, que lo desea ardientemente, al menos en teoría.
Y entonces a alguien se le ocurrió una idea: desde el PSOE propusieron a Caldera terminar con las empresas de trabajo temporal, arquetipo de la subcontratación institucionalizada y permanente. Fue el Felipismo quien creó en España las ETT, generadoras del empleo precario, y a alguien le agrada la idea de que sean otros socialistas quienes terminen con ellas.
Es más, la sugerencia de Ferraz apostaba por utilizar el actual escándalo contable de ADECCO, una de las grandes del sector, cuya cotización se derrumbó tras conocerse que su contabilidad norteamericana difería un tanto de la realidad, para acabar con las ETT en España. Sin embargo, en la vicepresidencia económica alguien se llevó las manos a la cabeza. A las ETT ni tocarlas, porque ahora, buena parte del mercado laboral depende de ellas.