Juan Antonio Gisbert, antiguo líder de la Caja de ahorros del Mediterráneo (CAM), hoy director de la Rural de Valencia, se marchó de la quinta caja de ahorros españolas, allá por 1999, con 6 millones de euros (entonces 1.000 millones de pesetas).

Todo ello tras fuertes tensiones de la entidad con el Banco de España, cuyos inspectores, no sólo habían advertido contra la enloquecida cartera crediticia de promoción en costa, sino contra operaciones 'especiales' del siguiente cariz: El señor A le compra algo -suelo e inmuebles, principalmente- al señor B por 10 (es un poner), con aval de la CAM. El mismo día, sí el mismo día, la Caja compra por 30 al señor A.

Ya entonces, el director general de Gisbert era Roberto López Abad que ocupa el mismo cargo ahora mismo, con Modesto Crespo. En plata, que no estábamos hablando de mala gestión sino de otra cosa. Por todo ello, el señor Gisbert, encargado de velar para que no se produjeran dichas prácticas, se marchó con una sabrosa indemnización. Hoy, estamos hablando de 6.000 millones de euros.

Que no, que las cajas no quiebran por no ser bancos, sino por comportarse como bancos... y como banqueros. Por otra parte, insisto: una buena entidad financiera, independientemente de su naturaleza jurídica, no es la que tiene mucho capital -eso no es más que un banco muy grande- sino la que tiene poca morosidad, independientemente de su tamaño. Áhí estriba el error de la nueva arquitectura montada sobre Basilea III, tras la crisis fiannceira que estalló en 2007. El capitalismo no es la solución a la crisis financiera ni a las cajas de ahorros: es el problema. Porque ahora, el reflotamiento lo pagaremos entre todos... y así seremos más pobres para salvar, por ejemplo,  a la CAM, que no ha caído por ser caja ni por la intromisión de los políticos en sus órganos de administración, sino por la presión capitalista del Gobierno y del Banco de España y por la desastrosa gestión de su equipo directivo.

Eulogio López

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