En esa batalla, ni Gallardón ni la presidenta de la Comunidad hacen caso de las llamadas a la sensatez de Mariano Rajoy.
Empecemos por el final. Al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, le importa un bledo la situación en Caja Madrid. Para él, es munición para lograr su ambición política, que no consiste en derrotar a su adversaria en el PP, Esperanza Aguirre, sino a Mariano Rajoy. El alcalde no quiere ser otra cosa que presidente del Gobierno bajo la bandera del conservadurismo progresista y considera que es lo suficientemente popular como para hacer frente a Rodríguez Zapatero en las próximas generales.
Ahora bien, un Rajoy que parecía próximo a la dimisión, con un José María Aznar que esperaba su derrota en Galicia y Euskadi, así como en las europeas del 7 de junio, para volver como pacificador del partido y nombrar candidato a la presidencia del Gobierno a Ruiz Gallardón, se ha convertido, de la noche a la mañana, en un líder sólido, al menos sólido para permanecer en su cargo.
Por tanto Caja Madrid sólo es para Gallardón materia prima de trabajo. Y así, ni tan siquiera ha obedecido a Rajoy cuando él ha pedido que se avenga a razones. Lo mismo ha hecho Esperanza Aguirre, que en su lucha de egos con Blesa y Gallardón, sabe muy bien que si pierde esta batalla, si no logra echar a Blesa de la Presidencia, deberá retirarse de la política.
Por tanto, Gallardón ha judicializado el caso Caja Madrid y Miguel Blesa se ha aferrado a ese clavo. Nuevas reuniones: Blesa convoca Consejo extraordinario para el lunes. Parecía haber cedido y aceptado la adaptación de Estatutos a la nueva ley de la Comunidad de Madrid pero la actitud montaraz del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, de llevar a los tribunales a su correligionaria Aguirre, le han proporcionado nuevas alas a un hombre que se aferra al sillón hasta el extremo de paralizar Caja Madrid, cuya solvencia comienza a resentirse. El día 23 hay Asamblea que deberá aprobar la adaptación por dos tercios. Si Blesa los bloquea, la Comunidad de Madrid aprobará dichos estatutos a la fuerza.
Al tiempo, Aguirre intenta pactar con los sindicatos. El ayuntamiento no está dispuesto a darle mayor representación en la asamblea, pero sí a los impositores -clientes, cuyas listas están controladas por los sindicaos, sobre todo por Comisiones Obreras, hasta ahora el mejor aliado del derechista Blesa-. En cualquier caso, Aguirre no piensa ceder: a lo mejor se ve obligada a aguantar a Blesa hasta septiembre, pero no parará hasta conseguir que se marche. Eso sí, a lo mejor quien no aguanta esta lucha de egos entre Gallardón-Blesa y la presidenta es Caja Madrid, entidad paralizada que, a pesar de su histórica solidez, empieza a sufrir en su solvencia.
Eulogio López
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