No lo expresa así, porque uno es de Ventanielles, y somos gente más bien vulgar y ordinaria, pero ustedes me entienden: la edad mínima para mantener relaciones sexuales consentidas. Lo explica La Razón.
Parece claro, y más en la sociedad actual, donde la adolescencia comienza a desaparecer a los 30 años, y cuando se retrasan matrimonios y paternidades hasta los límites que imponen la naturaleza, que a los 13 años, nuestros jóvenes y nuestras jóvenas no están capacitadas para asumir el compromiso que asombre un varón una mujer que yacen juntos, una relación tan íntima que no puede reducirse a una noche loca, por no hablar del pequeño detalle de que de la relación sexual suele surgir una cosa llamada prole, a la que hay que cuidar.
El PNV considera que debe aumentarse la edad para que no pueda considerase pederastia. Estoy con el PNV, con entusiasmo. Además, se veía venir por cuanto algunos líderes sin escrúpulos -no se por qué me viene a la cabeza el alcalde de Madrid, miembro del PP, don Alberto Ruiz Gallardón-, el mejor cliente -aunque paga con dinero público, no con el suyo- de la alemana Schering -hoy propiedad de Bayer- y de la italiana Chiesi, los dos laboratorios que constituyen, junto a la norteamericana Wyeth, el negocio de la muerte y la contracepción abortiva. Es lo que pasa cuando se trivializa el sexo. Al menos, que se le eleve la edad para que el adolescente sea consciente, o algo más consciente, de lo que está haciendo y de que uno de los grandes productores de desesperación consiste en separar sexo y amor o en confundirlos... que son dos cosas pero no es lo mismo.
De Gallardón y de otros muchos porque el señor Vives, director general de Chiesi en España -observen qué cara de angelito tiene el maromo- se enorgullece de las ventas a las comunidades autónomas de Andalucía, Extremadura, Cataluña, Navarra y Madrid, tres socialistas y dos peperas, 60-40% en términos económicos, aproximadamente, las cuotas de bestialidad que ambos partidos detentan en el mercado de la muerte. Pero se trata de una mera coincidencia.
Así que, por una vez, ¡que viva el PNV!
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com