Sr. Director:
Se había dado ya un caso, el de San Celestino V, quien, en 1296, renunció al Papado y se dedicó a la oración. Benedicto XVI, un Papa también muy espiritual, hará lo mismo.

Pero el motivo de la renuncia del Papa Ratzinger, es, sobre todo, su salud: "por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino (...).

Para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado" (el médico le ha desaconsejado largos viajes y le esperaba la JMJ en Brasil).

Por otro lado, el Papa es consciente de que "este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo también sufriendo y rezando". Como Santa Teresita, el Papa Benedicto está convencido de que la vida contemplativa "es el corazón de la iglesia", que no son necesarias sólo "obras y palabras".

Hay dos cosas que me edifican especialmente en la renuncia del Papa: su petición de "perdón por sus defectos", que transparenta su profunda humildad, y su decisión de retirarse a un monasterio; aquí podrá rezar más y seguro que sus limitaciones por su salud deficiente y la edad, las llevará con serenidad.

En agradecimiento a Benedicto XVI, creo que los católicos no debemos olvidarle sino rezar también nosotros por él, y rogar al Espíritu Santo por el que ha de venir a ocupar la sede vacante.

Josefa Romo