Lo dicho, que a este Papa se le entiende todo. El vienes, la agencia Zenit recogía su intervención ante los obispos dominicanos, de visita ‘ad limina' en el Vaticano. Hablaba Benedicto XVI de corrupción, y llevaba el concepto a la necesaria coherencia entre vida privada y pública entre los laicos: "Desde sus actividades diarias, han de testificar cómo la fe cristiana... constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad" (Christifidelis laici, 34). Su condición de ciudadanos y seguidores de Cristo no ha de inducirles a llevar como "dos vidas paralelas: por una parte, la denominada vida espiritual, con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada vida secular, es decir, la vida de la familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso político y de la cultura" (ibíd., 59). Al contrario, han de esforzarse para que la coherencia entre su vida y su fe sea un elocuente testimonio de la verdad del mensaje cristiano."
Por algo Juan Pablo II decía –el pasado siglo- que "el martirio del siglo XX es la coherencia", y por tanto, ya 100 años atrás, Chesterton escribía que "cuando uno entra en la redacción o en el Parlamento, conviene dejar el sombrero en la puerta, pero no la cabeza".
Eulogio López