Dan Brown escribió Ángeles y Demonios antes que El Código Da Vinci, cuando este analfabeto funcional todavía no había descubierto que ser crítico con la Iglesia católica daba excelentes rendimientos. De ahí que este relato literario llevado a la gran pantalla no sea tan hostil con todo lo que huela a católico. No obstante eso no evita que, como ocurre en El Código Da Vinci, los errores históricos, científicos y culturales sean constantes en lo que podríamos denominar las sentencias -tontunadas- del profesor Langdon
El Papa ha muerto pero se ha producido un hecho gravísimo: en pleno cónclave han sido secuestrados los cuatro preferiti, es decir, los cuatro cardenales que tenían más posibilidades de convertirse en el sucesor de San Pedro. La autoría de este asunto se la adjudica una sociedad secreta llamada Illuminatti que quiere vengarse de una purga que sufrieron científicos de ese grupo a cargo de la Iglesia católica allá por el siglo XVIII. Además, los Illuminatti informan que volarán el Vaticano a través de la antimateria, una revolucionaria sustancia (con poderes similares a la energía nuclear) La única posibilidad de salvar la vida de los cuatro cardenales, y del mismo Vaticano, se encuentra en una serie de pistas codificadas que se hayan diseminadas por toda Roma. Como única salida, la policía romana recurre al sabio profesor Langdon para que descifre esos complicados códigos
Ángeles y demonios se desarrolla en una sola jornada con lo cual, cinematográficamente, es mucho más dinámica que El Código Da Vinci, pero eso no evita que escuchemos y contemplemos verdaderas barbaridades o perogrulladas, según se dé el caso Tres ejemplos rápidos si nos referimos a hechos históricos. Los Illuminatti nunca fueron cazados ni asesinados por la Iglesia Católica. Galileo, de quien se dice en la película que perteneció a los Illuminatti, murió 150 años antes de que este movimiento naciera en Alemania. Otro más: en la película al Papa Pío IX le describe Langdon como un obsesionado con el sexo, responsable de la amputación de las partes nobles de todas las esculturas masculinas presentes en las cámaras del Vaticano en su época. Cualquier aficionado al arte sabe que Pío IX fue un auténtico mecenas en esa parcela y que, desde luego, nunca portaba en sus manos un martillo censor
No obstante, una aclaración. Brown demuestra que ser un ignorante no implica carecer de astucia, porque el eje de toda esta novela -y por ende de la película- es el enfrentamiento entre los límites de la ciencia y la religión, un asunto de plena actualidad cuando se debaten asuntos tan cruciales como la utilización por parte de los científicos de las células madres embrionarias (por cierto, en la película, en la plaza de San Pedro sale una radical defensora de la vida que se pelea con otros presuntos creyentes por este tema, en una breve imagen en la que se adivina cierta mala uva por parte del director Ron Howard -desconozco si esta pelea de chiste aparece en la novela-). Comentar el desfile de burradas y de hechos increíbles que aparecen en esta película sería interminable (aunque muy divertido) pero más propio de una tertulia que de un artículo, así que les dejo con este mensaje: Ángeles y demonios no es aburrida pero su ínclito protagonista no es Sherlock Holmes y sus inteligentes métodos deductivos, sino un individuo pueril que resuelve que hay fuego tan sólo cuando ve humo
Para: Los que crean que El Código da Vinci es una buena novela. Ángeles y demonios es más de lo mismo: ignorancia y mala uva a partes iguales