Sin novedad en el frente. Tal y como estaba previsto, la Asamblea de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) eligió este sábado al Letrado de las Cortes, Alfredo Dagnino, como presidente de la ACdP en sustitución de Alfonso Coronel de Palma, cuyo mandato había finalizado. El nombre de Dagnino ya estaba cocinado por el establishment de la Fundación CEU San Pablo desde hacía meses, casi años. Porque lo primero que hace un presidente de la ACdP cuando es elegido es pensar en su sustituto. Y aunque las elecciones son democráticas, se parecen más al sistema de cooptación que a otra cosa. Los pasillos operan.
Pero héte aquí, que esta vez surgió una mosca cojonera. Tenía 30 votos en el bolsillo, frente a los más de 170 de Dagnino. Nada que hacer. Sin embargo, el valiente argumentaba que Dagnino no podía acceder a la presidencia porque no llevaba los preceptivos cinco años de militancia activa en la ACdP. En realidad se oponía a una línea ortodoxa frente al blandiblú progre en el que se había convertido el CEU antes de la llegada de Coronel de Palma. La paradoja es que estos progres septuagenarios quieran casarse con una modernidad que les supera biológicamente.
Pero los progres ancianos se agarraron a un tema de interpretación técnico-jurídico que finalmente fue resuelto por el portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, que adelantándose a la previsible movida, envío una carta certificando la plena capacidad de Dagnino para ser elegible como presidente. Con la Iglesia hemos topado. Máxime cuando se trata de una institución incardinada jerárquicamente. Asunto zanjado. Ahora toca trabajar, soltar amarras populares y convertir al CEU en el centro del pensamiento católico en España y en una fábrica de profesionales para los demás. Ánimo.