El ocio, ese compañero traidor de la naturaleza humana, me hizo reparar en la entrevista que, en la noche del miércoles 9, emitió Televisión Española con el cabeza de lista socialista al Europarlamento, Jose Borrell, como protagonista. ¿Qué quieren que les diga? Hasta ese momento, mi alma transitaba por parajes siniestros, sin encontrar reposo, torturada por las dudas, en un peregrinar sin meta, entre ambientes sórdidos. Pero todo cambió cuando escuché a mi Pepe, a mi Pepe Borrell, explicarnos cuál era el lugar de Dios en Europa. Bueno, no nos dijo dónde debía estar, pero sí dónde no se le esperaba, en la Constitución: "Ese no es el lugar de Dios", recordó Borrell, antecediendo su intervención con esa frase que merecería figurar en las Grandes Mentiras de Ramón Gómez de la Serna: "Con el debido respeto…".

Así me gusta, Joseph, un ilustrado como tú está capacitado para explicarle a la divinidad cuál es su lugar. Es más, los hay que estamos convencidos de que a Dios se le puede dar algunos consejos útiles porque, con todo respeto, no estamos convencidos, al menos al 100 por 100 (observen nuestro talante: no al 100 por 100), de que cumpla a la perfección su papel en el universo. Un papel que, la verdad, debe estar regulado… como cualquier otro en una sociedad democrática. A fin de cuentas, la democracia se rige por el principio de "un hombre, un voto", sagrado principio (aunque no dogmático, que conste) que debe extrapolarse a todo tipo de criaturas: un dios, un voto. Y si sólo hubiera un dios, como se lleva predicando desde Aristóteles hasta aquí, pues un voto. Los privilegios son cosa del Antiguo Régimen.

Y para ser más exactos, tampoco somos minoría los que opinamos que en la Europa del siglo XXI no caben ni omnisciencia, ni omnipotencia, ni eternidad. Aquí todos somos iguales, señor Dios, por lo que resulta absurdo sacarle a usted de la esfera "privada", y meterle en la Constitución. Además, ya está bien de tantos privilegios divinos. Usted ha podido crear el mundo, ciertamente, pero cosa bien distinta es que deba gobernar Europa.

Es cierto, y supongo que a Pepe Borrell le costará aceptarlo, que Dios existe o no existe independientemente de que los hombres crean o no crean en él. Esta tautología siempre les ha resultado muy deprimente a los progres. Sin embargo, es eso, una tautología ligeramente innegable. De ahí, que el progre siempre haya actuado, no contra Dios, sino simplemente, como si Dios no existiera. Es lo que ha dado en llamarse materialismo práctico: yo no entro en "filosofías ni en teologías". Pero eso era antes. Ahora, con el complejo de los cristianos y la cobardía de los políticos cristianos, los progres se han envalentonado, y Josep ha actuado en consecuencia: "Señor Dios, la Constitución no es para usted". Al César lo que es del César y a DiosDios ha sido expulsado de la sociedad por orden del César, en este caso, de Josep. Ha sido desterrado, condenado al exilio, que al César no le agrada compartir gloria y honores.

Y no se crean, la postura de Borrell es valiente, porque el día en que el exiliado se cabree…

Eulogio López