No sé si recuerdan el viejo chiste del discurso de Franco:

- Españoles, hace 25 años vivíamos al borde del abismo. Ahora, hemos dado un paso hacia adelante.  

Aún el Libro de la Sabiduría lo explica mucho mejor, cuando nos recuerda que el que camina al borde del abismo suele terminar por caerse. E incluso mi viejo libro de lecturas advertía, con aquellos consejos que ninguno de nosotros seguía: Quien ama el peligro perecerá en él.

Pero a lo que estamos, Manuela, que se nos va la tarde: hablo del seminario organizado por la San Pablo Ceu, que se celebró en La Granja, o sea, en un incomparable marco, que le dicen, organizado por una organización dependiente de la Iglesia Católica. Como quien dice, las intervenciones tenían lugar "en sede judicial". Asunto a tratar: la genética y a la investigación con embriones, la batalla de moda en la guerra que libran la cultura de la vida y la cultura de la muerte, simplificando, la guerra de la vida contra la muerte. Batalla científica e intelectualmente apasionante, porque la ciencia camina hacia el origen de la vida, mientras que muchos científicos se alían con la muerte, en aras de su vanidad.

Invitada  de honor, la catedrática de Biología de la Universidad de Navarra, NataliaLópez Moratalla, católica reconocida como tal en todos los ambientes, mujer de mundo académico, donde el principal objetivo consiste en no perder la estima de los colegas, es decir, de lo políticamente correcto. Moratalla es vieja conocida de estas páginas, especialmente, cuando dio coartada moral a la reforma de la fecundación asistida que promulgó el Partido Popular, en la noche triste del 25 de julio de 2003.

Vamos con las lindezas de Moratalla en La Granja. La primera, aferrarse, en el borde mismo del abismo, a esas 12 horas que transcurren desde la concepción hasta el comienzo de la vida, es decir, de la persona. Es más, en ese tono lírico tan querido por los científicos progresistas, Moratalla aludió a una explosión de colores, una especie de arco iris, señal inequívoca, probablemente enviada por algún arcángel, que fecharía el comienzo de la persona.  ¿Por qué a las 12 horas y no a las 24 o las 48? Pues está clarísimo, oh nesciente lector: porque la progresía científica podría colar así, de rondón, cosas tales como el concepto de preembrión, posibles manipulaciones de ese embrión (que abandonaría esta condición para pasar a convertirse en "un conjunto de células", que es como en los telediarios, públicos y privados, gustan referirse a lo seres humano más pequeños) o incluso, por qué no, la aceptación de la píldora postcoital.

Y como en la sala había reaccionarios que no acababan de aceptar tan progresista interpretación, Moratalla, rebosante de tolerancia, aludió a lo muy indeseable que podría resultar cierto "fundamentalismo católico" (originalísimo, el concepto) y un tercero, seguramente seducido por la maestra, aludió a la necesidad de no mezclar al bueno de Aristóteles (25 siglos criando malvas, el muy cavernícola) con la ciencia. Es sabido que el empirismo ha superado a la razón y que la ciencia ha enterrado a la filosofía. O sea, pensamiento cristiano en estado puro.

Sigamos, que la cosa promete. Moratalla, siempre plural, e incluso laica, nos informó de que el pequeño detalle de que la persona humana surgiera doce horas después de la concepción (por cierto, no explicó por qué entonces, y no después… o antes) no implica, no señor, que no haya que respetar lo anterior, sea ello lo que fuera. Este es el mismo argumento que aportaban los abortistas españoles en 1985. Por ejemplo, recuerdo un artículo de Amando de Miguel afirmando que si el aborto consistía en matar a una persona, también sería homicidio extirpar un riñón en mal estado o amputar una mano. Ante eso lo único que tengo que decir es animar a doña Natalia y a don Amando a que acudan al huerto de un labriego y le corten una naranja, o la rama del frutal. Probablemente se enfadará, pero tengo para mí que se enfadará mucho más si le arrancan el árbol de cuajo y se lo llevan, con raíz incluida. Probablemente les correría a perdigonazos.

Un año después de la valiosísima aportación de Moratalla para que el entonces Gobierno del Partido Popular embaucara y engañara a la Iglesia (por cierto, otros científicos y medios católicos también resultaron engañados por doña Ana Pastor, pero supieron rectificar a tiempo al darse cuenta de la barbaridad que habían bendecido, al igual que hicieron conspicuos miembros de la Conferencia Episcopal Española) doña Natalia no sólo continúa al borde del abismo, sino que da un paso hacia delante: manifiesta que hay que desconectar las máquinas que mantienen en vida a los embriones sobrantes de la fecundación ‘in vitro', porque "se están muriendo a chorros". Este es el famoso argumento del caballo cojo de John Wayne, al que como se sabe, por compasión y piedad, hay que un meterle un tiro en mitad de la cabeza. Para que no sufra. En la misma línea, podríamos aconsejar el sacrificio de un millón de hambrientos en Sudán, para que no sufran: a fin de cuentas, se están muriendo a chorros.

Al final, Moratalla ‘and Company' se comportan como aquel hombre que se empeñaba en disparar, a las 4 de la mañana, en un descampado. Sus razones no podían ser más científicas: un cálculo estadístico de posibilidades reducía a milésimas, quizá menos, las posibilidades de que en esas condiciones, alguna persona pudiera resultar dañada. Sin embargo, las autoridades son muy reaccionarias, y ni le permitieron ese juego de ruleta rusa.

Pero lo más extraño no es eso. Lo más extraño es ese empecinamiento en caminar al borde del abismo. Pero vamos a ver: Moratalla, o cualquier otra científica o médico cristiano, ¿a qué tiene que dedicarse? Pues a dar vida, a intentar que todo ser concebido, independientemente de la catalogación que se le ofrezca (catalogaciones fundamentalistas, lo comprendo) acabe por nacer y vivir. Su oficio debe ser la vida, no la muerte aceptable. Debe trabajar en positivo, a favor de la vida, no en negativo, que consiste en ceder hasta la frontera de lo inaceptable. Entre otras cosas porque quien actúa de esa forma… acaba cediendo hasta mucho más allá de lo aceptable. ¿Por qué siempre las Moratalla de turno trabajan al límite? ¿Qué ganan con ello? ¿El prestigio de sus colegas progres? Pero si estos les desprecian y ningunean todo lo que pueden… ¿Por qué ese empeño en coquetear con la barbarie? Y es que hay tres tipos de científicos: los científicos sin escrúpulos, los científicos acomplejados (centro reformistas) y los científicos que luchan por la vida, en este caso, por el desarrollo de los embriones humanos para que logren llegar al estado de vida consciente (que no coincide con el nacimiento, sino que incluso se alarga hasta lo que se llama "uso de razón") donde puedan ser libres y, por tanto, felices.

Además, todo esto llega en el peor de los momentos: Francia autoriza la selección genética de embriones humanos para curar a familiares enfermos, mientras el ABC (ya saben, desde que lo cogieron los vascos de Vocento, poco monárquico, menos liberal y anticristiano) nos informa de la gravísima injusticia que comete el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero al permitir investigar con células madre a Andalucía y Cataluña (gobernadas por los socialistas) y prohibírselo a Valencia, que es predio del Partido Popular. Es decir, la doctrina del límite llega cuando existe una verdadera competición entre populares y socialistas para comprobar cuál de los dos es más bestia. A fin de cuentas, en eso consiste la vanguardia del progreso.

Y es que esta especie de idiocia colectiva, ese ansia por colocarse al borde del precipicio parece afectar a todos. Hasta el diario La Razón, probablemente el más cercano a cierta ética genética, titula de esta guisa: "El Gobierno autoriza la investigación con células madre en Cataluña y Andalucía y margina a la Comunidad valenciana". Pues menos mal que la margina.

Por cierto, que la gran estafa en esta materia continúa adelante. La gran estafa consiste en algo tan simple como esto: no especificar si se habla de células madre adultas o de células madre embrionarias. Estas segundas no son células: son personas. Éticamente, la utilización de células madre adultas no sólo no es reprobable, sino que la Iglesia lo aplaude con ambas manos. Simplemente, no se mata a nadie: es como la naranja del ejemplo, y si sirve para curar enfermedades, mejor que mejor. Pero no conviene caer en el engaño.

Para la gran estafa, la progresía necesita personas como Natalia López Moratalla. Lo malo es que suelen encontrarlas.

Eulogio López