Eran dos mandos de la Guardia Civil desplazados a Afganistán para formar a los policías afganos que tendrán que hacerse cargo del mantenimiento del orden en el país. El chófer de uno de ellos asesinó a ambos mandos y al intérprete español de origen iraní- de ambos.
Lo peor es que, tras el asesinato, en una operación concertada con parte de la población, 200 manifestantes comenzaron a arrojar piedras sobre el cuartel español. En otra palabras, al asesinato se unía el escarnio a las tropas que están allí para ayudar a levantar el país. Resultado: 18 heridos.
El atentado pone en entredicho la política del Ministerio de Defensa, que insiste en silenciar la tensión con la que las tropas españolas destinadas cumplen su misión.
Además, al igual que ocurre en Iraq, la población no acepta la ayuda extranjera y sigue controlada por extremistas. Por eso, tanto los fundamentalistas iraquíes como los talibanes afganos han tomado por blanco los cuarteles y las comisarías de los nuevos ejércitos y policías que están formando las tropas extranjeras.
Andrés Velázquez
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