Mario Draghi (en la imagen) ha advertido que se está creando una burbuja de la deuda. Seguramente usted, hombre de bien, habrá pensado que el presidente del BCE se refiere al desmesurado crecimiento de la emisión de deuda pública por parte de los gobiernos. Por ejemplo, el caso de España, cuya deuda pública roza ya el 100 por 100 del PIB.

Porque las deudas la emiten los gobiernos pero las pagamos los ciudadanos y lo que amenaza con meternos en una crisis aún mayor que la de 2007 es el derroche de la clase política occidental (Europa y Estados Unidos incluidos).

Pero no se hagan ilusiones. Lo que el señor Draghi está diciendo no es que pueda sobrevenir una nueva crisis económica -la verdad, vivimos en crisis permanente-, sino que puede venir una nueva crisis bancaria.

Verán, resulta que los bancos tienen deuda pública en sus carteras. Las compraron a precios de alta prima de riesgo, muy caros. Por tanto, deberían estar contentos ahora que el bono español, o lo que sea, vale más. Pero no es así. Porque no estamos hablando de un negocio lógico: comprar deuda para ayudar al país a pagar sus prestaciones públicas y esperar a cobrar el cupón con un tipo asegurado. No, eso sería ayudar a crear riqueza. Pero a lo que se dedican esos compradores es a revenderlo al día siguiente a un tercero.

De esta forma se pasa del mercado financiero primario -el justo- al mercado secundario, el especulativo. Y, en consecuencia, resulta que los bancos tienen que provisionar según el valor de esos títulos en el mercado, porque a quien le han cedido los títulos le van a exigir lo pactado, no menos. Pero eso es una burbuja que afecta a los bancos, no al conjunto de los ciudadanos. Salvo que, y aquí está la trampa, vivamos en un mundo que se guía por el principio de que los bancos no pueden quebrar y, por tanto, las pérdidas de los bancos las tenemos que pagar entre todos.

Para entendernos: la burbuja real de la deuda consiste en que hay mucha deuda, demasiada, excesiva. Esto sí que nos afecta a todos porque lo tenemos que pagar entre todos. La grave irresponsabilidad de nuestros políticos se entiende bien si pensamos en que están haciendo lo mismo que un padre que deja en herencia a sus hijos una deuda impagable. Les ha arruinado la vida. Pues bien, esto es lo que los políticos perpetran con total impunidad: una herencia maldita, no a sus hijos, sino al conjunto de los ciudadanos, también conocidos como contribuyentes, vulgo pagano.

Queridísimo Mario Draghi: no juegue usted con trampas.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com