Vuelve el pacifismo a Estados Unidos
Estoy de acuerdo. Da la impresión de que Sarah Palin ha exagerado la relación entre el candidato demócrata y William Ayers, aquel profe que creó un grupo terrorista para atentar contra el Pentágono y otros símbolos del poder neofascista norteamericano.
Siempre he defendido que a Palin deberían dejarla ser ella misma, en lugar de tener que plegarse a los directores de campaña electoral de McCain, un verdadero desastre. Con ello están perdiendo el mayor atractivo de la candidata: la gente le entiende, porque no forma parte del Sistema de poder, sino de la gente, lo que no ocurre ni con McCain, ni con Obama, ni con Biden. El terreno de Palin es el de la gente común, el terreno de la moral, de las libertades públicas y la realización privada. La gente como Palin habla de personas, los políticos del Sistema sólo hablan de estructuras... de las estructuras que ellos lideran. Por eso resultan tan insufriblemente pedantes. Un detalle: en el debate con Biden, récord de audiencia, aún más que el de los presidentes, algo nunca visto en la política norteamericana -señal de que Palin no sólo mueve a las multitudes sino que mueve a las conciencias- no surgió el asunto del aborto. Precisamente, entre un hipócrita como Biden, que se dice católico abortista, y una mujer de cuerpo entero que defiende la vida. Este camino, el de los valores no negociables, es la senda por la que debe deambular Palin, y no por la pedantería de la política exterior. Sí, pedantería, porque no olvidemos que al americano medio no le importa la política exterior: lo que le importa es su propia seguridad porque se sienten atacados por muchos enemigos. Y no, no es lo mismo.
Cerremos el paréntesis. La prensa progre europea nos recuerda que Palin enseña los dientes, y todos los artículos revelan la lástima por la crueldad de la republicana, verdugo de la sentida víctima Obama. Lo primero que hay que aclarar contra esta puesta en escena es que el New York Times, volcado con Obama, en lo que en periodismo llamamos reventar la exclusiva. En otras palabras, antes de que un medio del adversario salte a la palestra con la exclusiva debe ser una pluma amiga quien la desbarate. La exclusiva enloquece a los periodistas como la sangre a los tiburones, pero ante algo ya sabido, sólo cabe el juicio: poca cosa.
Además, aunque Palin haya exagerado, es decir, simplificado, al grito de Obama tiene amigos terroristas las amistades peligrosas dan para mucho. ¿Acaso no se ha creado Barack con el reverendo Jeremiah Wright que califica a los marines soldados genocidas y que justificaba el atentado de las torres gemelas, provocado por el terrorismo estadounidense?
Don Jeremiah participa del mismo espíritu del matrimonio Obama, con su esposa Michelle, la que creerá en Estados Unidos si su marido gana las elecciones, y agnóstica convencida si las perdiera.
Sí, Palin ha exagerado pero si alguien tuviera derecho a hacerlo -que no lo tiene- sería ella, que ha sufrido una caza del hombre muy superior a todos los ataques que haya podido sufrir Obama. Los demócratas le han acusado -siempre por vía interpuesta, naturalmente- de suplantar la maternidad de su hija, de tener una hija que se negaba a abortar -ilustrativa acusación-, han invadido su correo privado y, en plena campaña electoral, le han creado una comisión en el Parlamento por presunto despido abusivo de su cuñado. Una campaña despiadada y tremendamente machista, especialmente por el colectivo más machista a la hora de juzgar a una mujer: las feministas.
En segundo lugar, lo peor de Obama es que, como buen progresista, es un tremendo mentiroso. Nadie sabe exactamente cuál es la política de Obama, salvo en economía, donde ha dejado claro su amor a la plutocracia y a Wall Street. Palin se ha pasado, pero es que Obama da pábulo para ello.
Y es que el pacifismo es un concepto bastante embustero. Nunca sabes hasta dónde va a llega el pacifista y, por lo general, nada más violento que un pacifista. Hasta la bestialidad de Bush con la guerra de IraK, fueron los demócratas pacifistas los que empezaban las guerras y las invasiones.
Da la impresión de que con Obama volveremos a la era Carter, otro eximio representante del Nuevo Orden. Quiero decir que tiene razón Susan Sarandon cuando dice que el arma más potente es la palabra, siempre que recordemos las palabras de Chesterton, un gran amante de la paz y un gran fustigador de los pacifistas. Chesterton se refería a la aparente inconsistencia entre los decires de Cristo sobre la paz y sobre una espada por no hablar del Aprended de mí que soy manso y humilde corazón o la otra mejilla a exponer al enemigo, frente al fuego que había venido a traer a la tierra, a enfrentar al hijo contra la madre y a la nuera contra la suegra, hasta que los enemigos del hombre sean los de la propia casa. Para distinguir entre paz y pacifismo, entre Palin y Obama, hay que poseer la virtud que percibe que mientras una buena paz es mejor que una buena guerra, aún una buena guerra es mejor que una mala paz. Juan Pablo II, el hombre que con más dureza se opuso a Bush y su intención de invadir Irak, lo resumía así: No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón. Y fíjense que hablamos del mismo Papa que clamaba: Nunca más la guerra... que hace más difícil la justa solución de los mismos problemas que la han provocado.
Muy cierto, pero recuerden: si no hay justicia seguirá habiendo guerra. Eso es lo que no entiende el pacifista Obama.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com