Como su mismo nombre indica, los progresistas de segunda generación son los hijos de los progres que ya pintan canas o lucen calva.

Sus padres pusieron en práctica el progresismo, que no es otra cosa que el "abajo los curas y arriba las faldas". Pero su objetivo era controlar el poder y desde allí acabar con quien "se cree en posesión de la verdad", es decir, con los cristianos.

Desde que los progres de segunda generación han aprendido bien la lección que mamaron y ahora la llevan a la práctica: tiene vocación destructora y, encima, no tienen trabajo. O sea, que se han ido a acampar a la Puerta del Sol.

Ya hemos dicho que el 15-M empezó bien y está acabando mal. Su inicio fue nombre, pero enseguida antisistemas, okupas, feministas y otras tribus majaderas se hicieron con el control y ahora se dedican a lo que saben hacer: sabotear sin aportar nada nuevo.

Pero sus padres, que controlan los medios (salvo los medios peperos, que les critican, no por lo que dicen, sino por los votos que le pueden arrebatar a Rajoy) les miman aunque se cuidan mucho de acercarse por las acampadas.

Como muestra un botón: el movimiento comenzó siendo económico -no a los rescates financieros, por ejemplo- pero enseguida -72 horas- derivó a la nebulosa política pancartera. Como los que tenían ideas se han marchado, quedan los indocumentados que están deseando asirse a una propuesta y se han acogido a las listas abiertas.

Miren ustedes, listas abiertas ya hay en España, aunque sea de forma parcial, en el Senado. No digo que esté mal pero con eso no vamos a ningún sitio. Si realmente se quiere devolver a los políticos a la noción de bien común y el servicio a los ciudadanos, es mucho más útil proponer limitación de mandatos y reducción de salarios. La política debe ser un trabajo temporal y mal remunerado. Sí, he dicho mal remunerado, porque por su altos salarios y privanzas hemos creado una clase política ajena al mundo, a la empresa, desconectada de la ciudadanía y cuyo primer anhelo es la supervivencia, el vivir de la política hasta la jubilación... y más allá.

Es muy propio de la progresía pasarle la mano por el lomo a sus niños mientras mantienen sus privilegios, o bien públicos o bien de los oligopolios privados. Hoy mismo, un diario progre -primera generación- titulaba: "Las Cortes valencianas se estrenan con cargas policiales contra el 15-M". El sujeto no parece concordar con el predicado pues, que yo sepa a los agentes que cargaron contra los de la democracia realista no los comanda el señor Camps, sino un tal Alfredo, ministro del Interior.

Otro gratuito, igualmente progre, asegura: "Una carga policial provoca 18 heridos". Muy cierto, pero ocho de esos heridos eran agentes de policía. No sé yo si la suma resulta apropiada.

La progresía española tiene un problema: no ha sabido educar a sus hijos. Tanto decirles que no existe la verdad, ni el bien, que todos los principios son negociables, sus retoños se lo han tomado en serio y han decidido que si nada es verdad ni mentira, ni bueno ni malo, ni bello ni feo, no hay porque respetar a nadie ni a nada, con la excepción de sus propios caprichos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com