Publicitariamente y debido a su título, First Cow (Primera vaca) algunos han “vendido” este filme como la historia de un hombre y una vaca, y eso es erróneo, puesto que el eje de la película es la inquebrantable amistad que se establece entre Cookie, un cocinero americano, y  King- Lu, un ciudadano chino emigrante en América del norte. Ambos se conocen cuando el segundo, que huye de unos mafiosos rusos, es escondido por el primero. Cuando unos meses más tarde vuelven a coincidir decidirán viajar juntos para intentar cumplir el sueño americano en el que tantos pioneros del Oeste se embarcaron. Las cualidades culinarias de Cookie, y la leche obtenida de la vaca, serán fundamentales para este objetivo. Todo se desarrolla hacia 1820 en Oregón, décadas antes de que se considerara Estado a la zona.

Lo primero que hay que advertir de este western es que es muy atípico, tanto en forma como en fondo. Tiene un ritmo lento, sobre todo al comienzo, y le cuesta entrar en el meollo, pero ese tono consigue que el espectador sienta simpatía y conozca a los dos perdedores protagonistas a los que les faltan medios materiales y les sobra ingenio. En cuanto a la elección de su formato, con pantalla de 4:3, muy diferente al habitual uso de las panorámicas en el género de Oeste, ya nos indica que vamos a asistir a una historia intimista donde lo importante no es la grandeza de los espacios sino el estudio de la personalidad de los dos antihéroes.

La directora  Kelly Reichardt también ha querido que First Cow se vislumbre como una crítica al capitalismo estadounidense, ya desde los primeros tiempos, donde prevalecía la ley de la oferta y la demanda, pero destaca también la violencia traducida en “la ley del Talión” , la del “ojo por ojo, diente por diente”. Aunque el ritmo de la película es tranquilo, en la atmósfera subyace la crueldad ante cualquier error cometido en esos tiempos, que se pagaba con la vida.

First Cow supone la séptima película de la directora Kelly Reichardt que, como en obras anteriores, impregna el desarrollo de cierta melancolía a pesar de ser claramente un relato de pícaros.

Para: los que quieran ver un western distinto y no les importe el ritmo lento.