La película, basada en el libro de Brock Yates: “Enzo Ferrari: El hombre y la máquina”, afronta la faceta tanto profesional como personal  de este hombre y se centra en un año decisivo en su existencia, 1957. Durante ese verano Enzo Ferrari ve que la quiebra acecha a la empresa que él y su esposa, Laura, crearon diez años atrás. Desgraciadamente, el matrimonio está en crisis debido a la muerte de su único hijo no les ha unido sino separado. Será por ello que Enzo intentará el reconocimiento del otro vástago que ha tenido con su amante, Lina Lardi. En el terreno profesional, sus problemas pueden solucionarse si su escudería gana una peligrosa carrera: la Mille Miglia, que atraviesa 1.000 millas a lo largo de toda Italia.

Continuamos con la moda de los ‘biopic’ o, si lo prefieren, de las biografías en imágenes, ahora sobre la vida de Enzo Ferrari, piloto y fundador de la escudería Ferrari y de la mítica marca de automóviles de lujo.

A pesar de que puede parecer una película idónea de haber sido realizada por un director italiano, trasladar a la pantalla la apasionante vida y la compleja personalidad de Enzo Ferrari era un proyecto que el veterano director americano Michael Mann (El dilema, Collateral) llevaba acariciando desde hace 20 años. El motivo era que encerraba tres asuntos que dan mucho juego en cualquier historia cinematográfica: pasión, ambición y poder que, como bien dicen los responsables de este film, eran un reflejo de la personalidad de este empresario.

Pero en imágenes, equilibrar la pasión por el automovilismo con una vida familiar era difícil. De ahí, que aunque Mann haya buscado un reparto de conocidos actores para encarnar al complicado triángulo amoroso, interpretado por Adam Driver, Penélope Cruz y Shailene Woodley, lo cierto es que la película en lo que destaca, e interesa, es en la recreación y filmación de forma emocionante de esas carreras con automóviles y en el recordatorio de cómo se jugaban la piel magníficos pilotos. No es extraño, por tanto, que la mayoría de ellos dejaran escrita una carta de despedida a sus seres queridos, porque cada competición podía ser la última. Para los españoles es relevante que en la película se recuerde la figura olvidada del fantástico piloto Alfonso de Portago, nacido en Londres pero de nacionalidad española. Los aficionados al automovilismo también reconocerán en esta cinta a otros conductores míticos como Piero Taruffi, Peter Collins o Eugenio Castellotti (encarnado por el piloto real, Mano Franchitti).

Para: los que les apasione el automovilismo y quieran conocer los primeros pasos de la escudería Ferrari.