Ocurrió el martes, día de inauguración de la legislatura con el nombramiento de la presidenta del Congreso y del Senado. Santiago Abascal había congregado a sus 52 diputados en La Carrera de San Jerónimo a las 8,00 de la mañana. Ante la sorpresa de todos, llevaba dos bolsas con pequeñas imágenes del Sagrado Corazón de Jesús que empezó a repartir entre sus señorías mientras les explicaba:

-Es un regalo de las carmelitas del Cerro de los Ángeles, que están rezando mucho por vosotros.

Vox no es un partido ultra, es un partido católico

Cerro de los Ángeles, centro geográfico de España y famoso convento de carmelitas, coronado por la imagen del Sagrado Corazón que los milicianos republicanos ‘fusilaron’ durante la guerra civil. Y la progresía actual, sobre todo la de izquierdas, por ejemplo el señor Sánchez, es más cobarde pero tan cristófoba como la de 1936. Es más, quizás sea menos anticlerical -por la crisis del clero actual- pero más cristófoba.

Para entendernos: se acentúa la campaña de la progresía de izquierdas y la progresía de derechas contra Vox, porque es el único partido no progre. Vox no es un partido ultra, es un partido católico. El problema es que resalta tanto porque el resto de partidos han dejado de serlo o no lo han sido nunca.

Y la progresía actual es menos anticlerical que la de 1936 pero más cristófoba

Y como ya hemos dicho en España, se corre le peligro de que el 69% de los españoles que se declaran católicos, y que andan bastante abotargados en materia de voto, despierten un buen día y se den cuenta de que el único partido que defiende los principios no negociables de Benedicto XVI (y a veces los defiende muy mal, que conste) es Vox. Y por si no se acuerdan de cuáles son esos principios, ahí van: vida, familia, libertad de enseñanza y bien común.