Encima, cuando surgen políticos pro-vida les sabotean jueces abortistas
“Fue mi voluntad que toda la juventud de París llegara al frente manchada de sangre, garantía de fidelidad. Quise poner un río de sangre entre ellos y el enemigo”. Son palabras del revolucionario francés Georges-Jacques Danton al hijo del Duque de Orleans, futuro rey de Francia. La vida sólo se ofrece para lo mejor o para lo peor. El mártir ofrece su vida por Dios y por el prójimo, otros, como G-J Danton, no optaba por el martirio sino por el holocausto, a ser posible del prójimo. Y saben, el mártir muere, el fanático mata, aunque sea a si mismo. Danton quería que los jóvenes mataran a su vecino por razones ideológicas, antes de enviarlos al frente para que mataran a sus enemigos por razones patrióticas. Así, una vez acostumbrados ya al asesinato, se aseguraba su lealtad perruna a la autoridad. O sea, a Danton.
Es la misma tesis del mito de Bourne, ya saben aquella trilogía de películas donde se creaba una serie de asesinos altamente especializados. ¿Cuándo se podían considerar licenciados? Cuando, por orden de sus jefes, ejecutaban a prisioneros de los que nada sabían, nada: ni quién eran, ni qué habían hecho contra los Estados Unidos. Sencillamente, debían obedecer y matarlos. A partir de ahí, obedecerían cualquier orden.
La mujer que ha abortado se convierte en una inconsciencia moral. Acepta todo, traga con todo, lo ejecuta todo
Pues bien, la normalización del aborto provoca el mismo efecto. Una mujer -o un hombre connivente- en una mujer sin conciencia.
Conclusión: estamos a una sociedad zombi, manchada de sangre por el aborto.
Es decir, una sociedad sumisa ante el poder, liberticida y homicida. En resumen, una sociedad sin conciencia.
La mujer que ha abortado se convierte en una inconsciencia moral. Acepta todo, traga con todo, lo ejecuta todo. Un zombi tan manejable como la plastilina. Pero me temo que no leerán esto en muchos sitios. Recuerden a Julián Marías: lo peor del siglo XX es la aceptación social del aborto. No dijo el aborto, que tendría remedio si los matarifes se toparan con un frente provida dispuesto a dar su vida por la vida del más débil, inocente e indefenso: el concebido y no nacido. Pero no sé si existe ese frente.