Fernando Andreu y Luis de Guindos
Los directivos de Bankia, con el exvicepresidente del Gobierno, Rodrigo Rato, a la cabeza, han sido absueltos del caso más grave que pesaba sobe la entidad ahora fusionada con Caixabank: la oferta púbica de venta (OPV) o de suscripción de de acciones (OPS) de la entidad.
Bankia, unión de las siete cajas de ahorros, el espléndido invento financiero español, molestaba. Las cajas, pequeñas y centradas en su entorno próximo, sin ánimo de lucro -sí, porque eran entidades mutuales- molestaban a los amigos de las grandes finanzas. Y como molestaban, existía el propósito empecinado de destruirlas: al final, a Rodrigo Rato y compañía se les acusó de falseamiento contable, una discusión que parece importante cuando resulta de lo más peregrina.
Las cajas no falsearon las cuentas. Los culpables de su caída no fueron sus directivos sino los reguladores, los bancos centrales
A partir de ahora, tras la sentencia, el sector bancario puede sacar las siguientes conclusiones:
La fiscalía ha fallado estrepitosamente, en Bankia y en todos los casos en los que la acusación era la precitada: falseamiento de las cuentas públicas. Recordemos que la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), por este mismo tema, fue condenada en primera instancia y fue absuelta, en segunda y definitiva.
Al final, en la manoseada crisis bancaria española, las únicas sentencias condenatorias de cajas de ahorros lo han sido en asuntos menores: abuso en el uso de tarjetas por parte de los directivos (antaño una corruptela fruto del relajo que producen algunas malas costumbres que otra cosa) o los temas ligados a las pensiones de esos mismos directivos, donde el problema estaba, sobre todo, en la precipitación de estos últimos: al final, había consejos que parecía que sólo sabían reunirse para hablar de sus condiciones de despido y jubilación. Si no hubieran tocado sus contratos se habrían llevado lo mismo, o poquito menos, y no habrían llamado la atención. Pero hacían falta culpables, que el espíritu podemita, consistente en repartirse la miseria y fusilar al rico, ya asomaba en el horizonte hispano, y fueron a por ellos: no iban a ir contra los políticos y sindicalistas metidos en las cajas o contra el BCE, cuya política monetaria cosntituyó el gran error.
La sentencia destruye el fundamentalismo de mercado, de Luis de Guindos. Bankia nunca debió salir a bolsa para minoristas
La prueba del algodón: en otros países no había cajas, no había políticos en sus consejos y sus bancos se dieron igualmente el castañazo. Está claro que los bancos centrales del mundo libre (BCE, Inglaterra, Reserva Federal o Japón) se equivocaron.
Como se equivocaron al centrarse en la solvencia bancaria y medirla por los recursos propios. Deberían haberse centrado en la rentabilidad. Insistimos: un buen banco no es aquel que tiene mucho capital sino aquel que tiene poca morosidad. Así, las cajas de ahorros no cayeron por estar mal dirigidas sino por estar mal reguladas. No eran sociedades anónimas y no podían acudir a los mercados, como hacían los bancos. Ahora bien, ¿es bueno que la banca dependa de los mercados? Se ha demostrado que no: ¿Cuánto valen hoy nuestros bancos en bolsa?
Además: los bancos -las cajas- no falsearon sus cuentas. Simplemente: el valor de sus activos se licuaba por momentos. La gente entiende la contabilidad como una rendición de cuentas (lo que es cierto, para la presupuestaria): yo te doy 100 y si me devuelves 30, habrá papelitos que justifiquen los otros 70 y además podré comprobar los papelitos. Una empresa pone en su pasivo lo que debe, y eso es más o menos cierto, y en el activo lo que tiene… pero este valor es muy incierto siempre. El hombre moderno no acepta la incertidumbre… pero sabe que se puede morir mañana aunque hoy goce de perfecta salud.
Los peritos del Banco de España (BdE), en general, han hecho muy mal papel. El Banco de España no le dio importancia a las periciales y asignó a las mismas a personal quemado y aparcado: ya que no hacen nada por la supervisión, que hagan estos informes periciales que nos pide la fiscalía.
Salvo alguna excepción, los inspectores que actuaron como peritos tardaron plazos excesivos en hacer sus informes, los hicieron con desgana y, con frecuencia, con odio hacia sus jefes y hacia los directivos.
Banco de España tampoco sabía cómo gestionar el tema. Se jugaba su reputación y por ella es capaz de matar, pero no de reconocer un error. Los bancos centrales no se equivocan: se caería todo el tinglado de la antigua farsa. Se caería su soberbia.
No hablemos ya de nuestra justicia ordinaria. No respetaron el principio de prejudicialidad penal y le metieron a Bankia miles de sentencias que decían que era un hecho notorio o probado que las cuentas eran falsas. Bankia terminó devolviendo el tramo minorista, harta de perder en tribunales. Y ahora resulta que sus cuentas no eran falsas.
El PP, que no el PSOE, se empecinó en destruir el formidable invento español de las cajas de ahorros: no eran ‘modelnas’
El error de la justicia ordinaria forzó a Bankia a devolver todo el tramo minorista: 1800 millones de euros. Aún así, todavía algunos institucionales pleitearon y ganaron. Otros hicieron el ridículo, como Javier López Madrid, cuyas empresas demandaron a Bankia por falsear unas cuentas que él había formulado como administrador que era de la misma. Gracias a Dios, perdió. El martes le absolvieron del delito de falseamiento.
Y luego la ideología de jueces progresistas, como Fernando Andreu, el amigo de Baltasar Garzón y Dolores Delgado, empeñado en condenar a banqueros y políticos metidos a banqueros.
Aunque todos cometieron errores, también Bankia. No debió salir a bolsa con tramo minorista. Honesta, pero sólo apta para inversores profesionales. Los particulares deberían haber ido al mercado secundario después de que la colocación en primario, a profesionales, hubiera fijado bien el precio tras unos días de cotización. El precio fijado para salir (3,75€) como pasa con todo lo que cotiza por primera vez es un brindis al sol: ¿cuál es el precio de lo que nunca antes lo tuvo?
Por eso. lo mejor es sacar las cosas en mercado profesional, se dejan correr un poco y luego ya entrará el público. Pero había que hacer capitalismo popular o populismo capitalista. No sé. A 3,75€, las cajas ponían unos activos que valoraban en 12.000 millones de euros pero mantenían el 51% (el control). Los inversores, institucionales y minoritarios, ponían 3.000 millones de euros en dinero y cogían el 49%. Por debajo de 3,75€ habrían perdido el control por esos 3.000 millones de euros.
Y luego Luis de Guindos, con su fundamentalismo de mercado. Para él, todo tiene que tener forma de sociedad anónima y cotizar en bolsa. Las cajas eran fundaciones o entidades mutuales: con sus problemas y ventajas. Problemas: no podían crecer tan rápidamente como una SA porque no tenían el acceso al mercado de accionistas (sí al de bonistas). Ventajas: no tenían la presión de la rentabilidad. Sí la del beneficio, porque, si no ganaban, ponían en peligro los depósitos a la larga y la obra social, pero no tenían que sacarle el 15% a sus recursos propios, porque no tenían que remunerar esos recursos propios. A lo mejor con un 4% ya tenían para obra social y para capitalizarse, vía reservas, y crecer un poquito.
Jueces y, sobre todo, fiscales, metidos a banqueros, no han hecho justicia : se han dedicado a perseguir al cajero
A Emilio Botín y a Rafael Termes, cuando vivían, les parecía competencia desleal: las cajas no tienen que remunerar el capital. Algo así como el que se queja de como viven los funcionarios: no trabajan por la tarde ni le sacan todo el partido a sus talentos. Así que vamos a quitarles los horarios, les pondremos objetivos y podrán ganar, eso sí, más dinero. Pero es que no querían eso cuando decidieron optar a funcionarios.
Uno puede tener una tienda para maximizar el beneficio y terminar siendo Zara o puede, simplemente dar de comer a su familia y volver a casa temprano. De Guindos sólo entiende el primer caso. Las cajas eran bancos de una fundación y las cajas rurales lo son de una cooperativa. No son tiendas de Inditex, o de GAP o de Mango. Eran tiendas de tendero y así funcionaban bien, hasta que en 1977 con la Lorca, Fuentes Quintana empezó a fastidiar a las cajas de ahorros.
Todo esto es Röpke y Schumacher: tenemos que devolver a las cosas el tamaño que las haga humanas y comprender que no todos los hombres quieren lo mismo.
El actual vicepresidente del BCE, no lo entiende.
En cualquier caso, recuerden: la contabilidad es una ciencia exacta porque dice exactamente lo que uno quiere que diga. Y ahora resulta que Bankia no falseó sus cuentas.