El Obispo de Siedlce, Mons. Kazimierz Gurda, celebró el 12 de diciembre una Misa fúnebre por 640 niños que fallecieron antes de nacer en hospitales del país y además, dio sepultura digna a sus ataúdes en el cementerio local.

Los cuerpos de los niños se encontraban en diferentes hospitales, principalmente de Varsovia. Los bebés fallecieron a causa de abortos, abortos involuntarios o mortinatos; es decir, bebés en estado fetal que perdieron la vida en el vientre materno durante o después de las 20 o 28 semanas de embarazo.

La vida de una persona cambia, pero no termina. Su vida continúa. Dios lo ha prolongado por toda la eternidad

La Eucaristía se realizó en la Iglesia de la Santísima Trinidad en Gończyce, a unos 80 kilómetros al sureste de Varsovia, la capital de Polonia. En su homilía, el Prelado recordó que “estos niños tienen derecho a un entierro digno, pues ellos son personas desde el momento de la concepción”.

Mons. Gurda subrayó que “el derecho a la vida es un derecho que no se le puede quitar a nadie, y esto incluye, sobre todo, a un niño indefenso en el vientre materno”.

Explicó que “quien ha recibido el don de la vida de Dios tiene derecho a la vida y tiene derecho a amar. Aún si la historia de sus vidas terminó en unos meses e incluso antes de que nacieran, no significa que dejaron de existir”.

“La vida de una persona cambia, pero no termina. Su vida continúa. Dios lo ha prolongado por toda la eternidad”, aseguró.

Después de la celebración eucarística, los ataúdes de los niños no nacidos fueron enterrados solemnemente en un cementerio cercano de Gonczyce.