No quisiera estar en el pellejo del Papa Francisco. Ni tampoco quisiera haberle concedido a José Luis Mendoza, de la UCAM ser el financiador y promotor del prestigioso científico Juan Carlos Izpisúa, el hermano pequeño de Dios.

Como tampoco creo que el Pontífice haya agradecido mucho la medalla que le ha otorgado su compatriota, el presidente argentino Alberto Fernández, hombre que ya acumula dos logros desde su llegada a la Casa Rosada, el uno prolongación del otro: introducir el aborto en Argentina y, una vez conseguida tan portentosa hazaña, ser admitido en el seno del Nuevo Orden Mundial (NOM), lo que, a su vez, le ha permitido negociar la espantosa deuda argentina, en su actual condición de miembro del NOM… que luce mucho más.

Tampoco le resultará muy agradable al Papa contemplar cómo se diluye la hija predilecta de la Iglesia, el catolicismo francés, un país donde el cierre de templos católicos (un obispo por cada setenta campanarios, se dice en el país vecino) es tan acelerado como la apertura de mezquitas.

El siglo de la blasfemia contra el Espíritu Santo contempla al fundador de la Universidad Católica de Murcia entregado al científico Izpisúa, el hermano pequeño de Dios

Pero los dos platos fuertes, los que no rebelan el materialismo ateo propio del siglo XX sino la Blasfemia contra el Espíritu Santo, santo y seña del siglo XXI, se sitúan en Estados Unidos y Alemania.

En Estados Unidos se trata de detener al presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Los Ángeles, José Gómez, hispano con mucho coraje, que está dispuesto a terminar con el escándalo permanente de Joe Biden y Nancy Pelosi. Dos personajes que se dicen católicos y muy píos: la primera y tercera autoridades de la nación.

La presidenta del Congreso asegura que ella no odiaba a Trump y que todos los días rezaba por él. Y seguramente era cierto: ya saben que es pecado rezar por que alguien se muera, pero no rezar porque se vaya al Cielo. Es distinto.

Lo de Biden resulta aún peor, por cuanto se ha convertido en el más acendrado paladín del aborto en todo el mundo, mientras sigue presumiendo de católico y buscando iglesias donde acudir a misa sin que le adviertan que no se acerque a comulgar, porque le negarán el Cuerpo de Cristo.

Pues bien, Monseñor Gómez estaba dispuesto a que los obispos norteamericanos anunciaran públicamente que no se puede ser, como Joe Biden, católico y abortero a un tiempo. Y que, para recibir la Eucaristía son necesarias tres cosas: la más importante, estar en gracia de Dios y no dar escándalo. Vamos, que Biden y Pelosi son dos escándalos andantes.

Y parece, y digo porque no está claro, que el Vaticano ha influido en detener la ‘excomunión’ de Biden pero lo cierto es que monseñor Gómez no inicia la ya anunciada operación.

Una lástima porque Joe Biden es, en efecto, un escándalo público y si algo no necesita la Iglesia del siglo XXI es más confusión.

Mientras, Francisco tiene que soportar la medalla que le entrega el presidente argentino, Alberto Fernández, un modelo de santidad cristiana

El segundo frente que cerca a Francisco es, cómo no, Alemania. Allí el mariachi episcopal con muy contadas excepciones, no nos engañemos, se han dejado llevar por la consuetudinaria soberbia alemana (bárbaros tecnológicamente avanzados, les llamaba Chesterton) y han decretado una bendición para parejas gays. Sencillamente, el Vaticano se lo había prohibido y, por tanto, ellos se inventaron una teología a propósito por la que bendecir a parejas gays era lo más conveniente.

Ojo porque una bendición no deja de ser una chuminá frente a lo que preparan y anuncian otros obispos teutones: dar de comulgar a todos y todas, a católicos y protestantes, parejas gays, parejas adúlteras, lo que haga falta. Esto es mucho más grave, es un escándalo sacrílego y merodea de nuevo alrededor del asunto de nuestro tiempo: la profanación de la Eucaristía.

Y ahora Francisco tendrá que elegir entre reconvenir a los recalcitrantes ensoberbecidos o empezar a repartir mandobles excomulgatorios.

Tanto en Estados Unidos como en Alemania.

Yo, desde luego, me lanzaría a repartir mandobles pero seguramente es por eso por lo que no he llegado ni a monaguillo.

El cardenal George Pell cuenta su vida en prisión mientras el Vaticano se pregunta si no ha caído en la estupidez, al entregar a sus siervos a los tribunales civiles

De postre, el cardenal George Pell, mártir viviente y testigo de lo imbéciles que hemos podido ser los católicos al acusar sin pruebas a cualquier sacerdote leal al que el mundo acuse, y bailándoles el agua a la panda de cabrones que están detrás de la campaña sobre pederastia.

Pell fue entregado a los tribunales, se tiró más de un año en la cárcel, tras haber sido condenado a seis.

Después fue absuelto y entonces todos miramos hacia otro lado. Pero la Iglesia debería preguntarse si no ha sido idiota al ceder a las presiones para poner a sus acusados ante tribunales civiles.

Se lo digo porque servidor es de los que no cree en la justicia humana. Sólo en la divina.

Posdata: escándalo no es hacer mohines cursilones. Escándalo es animar y fomentar el pecado.