- Es decir, que todo sucede cuando las parejas están rotas.
- Entonces, cada uno utiliza sus propias armas.
- En cualquier caso, la estadística prueba el rotundo fracaso de la política de género.
La violencia de género es todo acto de violencia física o psicológica que se ejerza contra una mujer por parte del hombre que sea o haya sido su cónyuge o esté o haya estado ligado a ella por una relación similar de afectividad aún sin convivencia.
Por otra parte,
se entiende por violencia doméstica todo acto de violencia física o psicológica ejercido tanto por un hombre como por una mujer, sobre cualquiera de las personas enumeradas en el artículo 173.2 del Código Penal (descendientes, ascendientes, cónyuges, hermanos, etc.) a excepción de los casos específicos de violencia de género.
Según la
estadística publicada este martes por el INE, en 2015 se registraron 27.624 víctimas de violencia de género (mujeres) y 4.552 víctimas, mujeres, de violencia doméstica. Es decir, que todo sucede cuando las parejas están rotas o, si lo prefieren, cuando pasan del amor al odio.
Y entrados en guerra, cada cual utiliza las armas que tiene en su poder.
Cuidado, no se trata, como pueden imaginar, de justificar la violencia, ni física ni psicológica. De lo que se trata es de acabar con las mentiras de la ideología de género. Por ejemplo, que la mujer es buena y el hombre malo. O que la mujer nunca es violenta, ni siquiera cuando mata a su hijo en el vientre materno: está ejerciendo un derecho.
No, no existe la guerra de sexos, la guerra entre mujeres y hombres, por mucho que se empeñen algunos. Pero es una falacia que ha inspirado la actual ley contra la violencia de género, aprobada por Zapatero con el apoyo de todos los partidos políticos, incluido el PP.
Según esta norma,
basta la denuncia verbal de la mujer para meter en el calabozo al hombre, aunque no existan pruebas que lo incriminen. Es su palabra frente a la de la mujer, y ahí siempre gana ella, porque sí, porque lo dice la ley.
Andrés Velázquez
andres@hispanidad.com