Hispanidad cumple 19 años. La batalla más cruenta del periodismo: la coherencia frente al pensamiento débil, también conocido como ausencia de ideario
- En la era de la saturación informativa, el tamaño importa… pero menos
- La crisis de la influencia es temible, pero la crisis de la publicidad, como soporte financiero del periodismo, es aún mucho más evidente y profunda.
Hispanidad, este diario que tiene usted ante sus ojos, incrustado en una pantalla, nació el 20 de marzo de 1996. Es decir, cumple ahora 19 años de vida. Sí, somos el decano de la prensa electrónica independiente y por eso contempla usted la edición 4.609.
Diecinueve años después ya no se puede hablar de la muerte de la prensa vegetal a manos de la digital. Entre otras cosas porque la prensa vegetal no ha muerto: sobrevive en estado de perpetua agonía, con aspiraciones a reliquia.
Y conste que, como periodista de la era Zapatero (nací en 1960, lo siento), todavía no confundo el kiosko con un puesto de ventas de latas de refresco y todavía me gusta mancharme con tinta. Pero yo también empiezo a ser un carroza, aunque no aspire a reliquia. Me gusta el papel.
Ahora bien, Internet como vehículo informativo apenas cuenta con 25 años en España. Durante ese tiempo, la prensa de papel ha pasado por dos etapas: la primera consistía en intentar mantener sus prerrogativas como si Internet no existiera. Visto el fracaso, en la segunda ha intentado transmutarse en digital pero sin renunciar al papel, cuyo precio publicitario continúa siendo 10 ó 200 veces mayor.
Lo que está claro es que la prensa de papel ha perdido la batalla de la influencia, que es de la que depende todo, incluida la cuenta de resultados. Su rápida trasmutación en electrónica (El País convertido en elpais.es) ha logrado salvar esa influencia frente a la prensa electrónica independiente. Ahora bien, desde la irrupción de Internet los señores de la prensa ya no pueden jugar al oligopolio de influencias, bajo el principio de que yo marco la tendencia porque de las tendencias que marquen los demás nadie se enterará si yo no quiero.
De hecho, el oligopolio, en estos 19 años, ha intentado arrinconar a la numerosa, aunque pequeña en tamaño, prensa independiente, y no lo ha conseguido. En Internet no triunfa lo grande sino lo que aporta algo nuevo, una noticia de verdad, a pesar de la política de copias y plagios de las grandes editoriales sobre las pequeñas (no al revés). En cualquier caso, la verdad crucial en Internet por conductos estrechos, pequeños, y la influencia, ese magma imposible de medir, ya no es patrimonio del oligopolio informativo. Vamos, que es imposible saber quién influye más, pero ahora sabemos que la influencia del papel sí que ha muerto y lo único que influye en la comunicación de masas es la WWW.
¿Y cómo se financia todo esto, esa pregunta tan prosaica como inevitable?
No se lo digan a nadie, que el secreto quede entre nosotros, pero si la crisis de la influencia, en una generación informativamente saturada -no tenemos poca información, sino demasiada, ese es el problema- es temible, la crisis de la publicidad, como soporte financiero del periodismo, es aún mucho más evidente y profunda. Sí, evidente, ya sé que los que vivimos de la publicidad no queremos darnos cuenta de que la publicidad se muere (como la prensa papel), pero les recuerdo que el producto de éxito de consumo más grande de los últimos lustros en España (Mercadona) no se anuncia y que la principal empresa de España (Inditex) tampoco lo hace.
Por eso, la televisión y la radio, mucho más frívolas que la prensa -tanto la vegetal como la digital- ya han empezado a caer en el primigenio y muy feo vicio de la prensa escrita, que data de casi dos siglos atrás: mezclar información con propaganda. En su origen, esta patología se concretaba en el diario de partido; ahora es mucho más descarado: el mismo periodista que hace juicios profundísimos y críticas severas sobre políticos, empresarios, intelectuales y 'popes' culturales, te anuncia a continuación un dentífrico sobre el que no emite crítica alguna: es el mejor. Como el receptor sabe que miente con la pasta de dientes, ¿por qué no habría de mentir en la información?
Por tanto, estos 19 años han servido para que se cuestione la existencia misma de la publicidad (¡ay madre!) y también para que las grandes firmas y las instituciones públicas -es más importante la publicidad empresarial que la política- se replanteen toda su actividad propagandística. Pero las cosas claras: el periodismo, digital o vegetal, escrito, oral o audiovisual, debe separar información de publicidad.
Hoy en día, sólo sobrevive la publicidad de reputación corporativa generalmente referida a la actividad solidaria de la empresa. Sea, pero que se mantenga esa separación entre lo que es información y lo que es publicidad. Si no, estamos perdidos.
Diecinueve años después de nacer Hispanidad, sólo queda un soporte (también, en breve, para radio y TV): Internet. Pero los principios éticos sobre cómo influir con honradez siguen siendo los mismos. El soporte ni quita ni pone a la ética.
Pero la guerra por la influencia todavía presenta una batalla más peligrosa, más sangrante y más definitiva que la de la mezcla información-publicidad: la batalla contra el pensamiento débil. Es decir, un periodismo sin convicciones, sin ideario, donde da igual ocho que ochenta, y donde las plúmbeas declaraciones ideológicas se reducen al respeto a la legislación vigente. ¡Sólo faltaba! Si no respetas la legislación vigente viene el juez y te empluma.
De hecho, los diarios han dejado de ser de izquierdas y de derechas y gustan de presentarse como 'pluralistas'. Mire usted, el pluralismo interno (en el seno de un único partido político o de una editorial) no es más que incoherencia y acaba siempre en paranoia. La crisis del periodismo, al igual que la crisis de la sociedad, viene cuando ni el periodismo ni la sociedad creen en nada o, al menos, cuando considera que nada es lo suficientemente importante como para dar la vida por ello.
En ese momento el pensamiento débil ha triunfado. Y el pensamiento débil no es más que la ausencia de pensamiento.
Se me olvidaba: con la agonía perpetua de la prensa-papel, el tamaño de la empresa informativa continúa importando, pero cada vez menos. Hispanidad nació micropyme; 19 años después continúa siendo pequeña y no desea ser grande. La verdad no necesita una gran dimensión. Es más, lo grande y exitoso siempre acaba en mentiroso (y sin haberlo deseado me ha salido un pareado).
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com