Una Gran Bretaña podrida en una Europa podrida.
La primera ministra británica, Theresa May, ha conseguido que su Gabinete apruebe el acuerdo de principios con la Unión Europea. Ahora lo tendrá que aprobar el Parlamento británico.
¿Y qué? ¿Realmente es tan importante el Brexit, es decir, la separación de una Gran Bretaña podrida respecto a una Europa igualmente podrida, que se ha convertido en un monstruo burocrático que succiona recursos de los bolsillos de sus ciudadanos?
Europa, sé tú misma: ¿quién está dispuesto a dar su vida por la City londinense?
El ideal Europeo de Robert Schuman –esa Europa sí merecía la pena– pretendía resucitar el Sacro Imperio Romano Germánico, la primera Unión Europea, que se basaba en unos principios cristianos comunes para todos los europeos, y que podría resumirse así: la persona, cada persona es sagrada.
“Europa, sé tú misma”, clamaba San Juan Pablo II en Santiago de Compostela: “recupera tus raíces cristianas”.
En 2018, esa cosmovisión cristiana se ha abandonado y ha sido sustituida por un conjunto de intereses que Macron y Merkel se empeñan en llamar “valores”, y que no consiste sino en un gigantesco Estado burocrático –y cobrante– que reduce la libertad de los individuos y que solo debate por el volumen de las prestaciones públicas o por el reparto del Presupuesto comunitario, tanto en ingresos como en gastos. Es una Europa envejecida y sin pulso, guiada por intereses, más que económicos, que sería adjetivo digno, especulativos, financistas. Y en esta tesitura: ¿quién está dispuesto a dar su vida por la City londinense?
¿Europa de los derechos? ¿Y el derecho a la vida?
Los políticos nos hablan de la Europa de los derechos. ¿Y el derecho a la vida? Mientras, Matteo Salvini grita que “Europa no necesita inmigrantes, necesita hijos”. Y tiene razón. Esta Europa huele a decrepitud.
En esa circunstancias, ¿importa mucho el Brexit? ¿Duro o blando? ¿Importa que Reino Unidos se marche de la UE o que Macron y Merkel quieran controlarla? ¿Y si se marcha Italia?
¡Que vuelva Schuman! Porque sin Reino Unido la UE está coja, pero sin Cristo está ciega.