Noel Quinn, CEO del HSBC, tiene ahora una doble preocupación: enderezar el rumbo del negocio y dejar de financiar actividades relacionadas con el petróleo y el gas
“Tuvimos un buen comienzo de año pese al impacto de la crisis del coronavirus, apoyando a nuestros clientes, al tiempo que logramos rendimientos sustancialmente mejorados para nuestros accionistas”, aseguró este martes Noel Quinn durante la presentación de resultados del HSBC durante el primer trimestre.
Es cierto, pero solo a medias. El beneficio del mayor banco europeo por activos se disparó un 117%, hasta los 3.880 millones de dólares (3.208 millones de euros), pero no fue por la mejora del negocio bancario sino porque las previsiones macroeconómicas son ahora más optimistas. De hecho, los ingresos de la entidad cayeron un 5,1% y no superaron los 12.986 millones de dólares (en euros, 10.737 millones).
En definitiva, el negocio fue a menos mientras las mejores perspectivas permitieron liberar 435 millones de dólares (360 millones de euros) que había provisionado el banco para cubrir pérdidas futuras de crédito. Y efectivamente, el aumento del beneficio hizo que la cotización subiera algo más del 1,5% este martes.
El negocio bancario solo se recuperará cuando suban los tipos de interés. Mientras tanto, el HSBC seguirá reduciendo costes, es decir, despidiendo trabajadores. El objetivo es ahorrar hasta 5.500 millones de dólares (4.550 millones de euros) hasta 2022. En 2020, en plena pandemia, redujo la plantilla en 10.000 empleados. Y aún debe ajustarla en otros 25.000 trabajadores hasta 2022. No, el HSBC no va bien.