Lo de Pedro Sánchez empieza a ser digno de un estudio psicológico. Llega al Consejo Social de la UE en Lisboa, Consejo social (siempre que lean o escuchen el apellido ‘social’ huyan del sustantivo) y le preguntan por la supresión de las patentes de las vacunas, otra barbaridad demagógica lanzada por el presidente Biden, donde la misma Unión Europea ya está reculando.

Y entonces, como todo un Gandhi encorbatado, se planta ante las cámaras y enarbola el famoso discurso del 1, 2, 3:

Uno: favorecer el intercambio de tecnología de la vacuna y el conocimiento de la vacuna.

Dos: facilitar el acceso universal a la vacuna.

Tres: favorecer la distribución de la vacuna por todo el mundo.

A ver, ¿alguien puede estar en contra de alguno de estos tres puntos? Por supuesto que no.

Pedro Sánchez es el hombre del qué, que no del cómo. Él muestra sus más exquisita intenciones. Cómo lograr lo que intenta lo deja para los comités de Expertos… hasta que nos enteramos de que nos ha engañado y no existen los tales expertos.

Una gran aportación, amigo Pedro.

Al Sánchez tautológico precede Carmen Calvo rostro-inmenso. Se planta ante las cámaras con expresión de gato viejo y le echa la bronca a Carlos Lesmes, presidente del Tribual Supremo: ¿Cómo se atreve el Supremo a decir que su Decreto del martes sobre el Estado de alarma es una chapuza jurídica para quitarse el muerto de encima, porque el Gobierno sabe que los españoles no están dispuestos a aguantar más restricciones a su libertad?

Y al igual que hizo con el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin -la Santa Sede se vio obligada a recordarle, muy diplomáticamente, que no dijera mentiras- asegura Calvo que habló con Carlos Lesmes, presidente del Supremo. No dice de que habló pero lo utiliza para dar a entender que Lesmes, un pre-fascista, asintió al Decreto y luego le ha propinado una puñalada trapera. Seguro que es tan falso como lo de Parolin. ¿Recuerdan? Calvo aseguraba que el Vaticano apoyaba al Gobierno en la exhumación de Franco y que, incluso, el Vaticano estaba de acuerdo en no enterrarle en la Catedral de La Almudena, Parolin se vio obligado a desmentirla en un comunicado oficial, algo que el Vaticano sólo hace en caso de flagrante embuste.   

Por cierto, muy bueno lo de Ana Blanco, que abrió el telediario de la primera edición con la noticia sobre el enfrentamiento entre Moncloa y el Supremo de esta guisa: “Los jueces no se ponen de acuerdo…”. ¡Grandes sos, Anita!

Y todo este lío sobre el fin del Estado de Alarma, con cada gobierno regional diciendo una cosa y cada tribunal superior de justicia de cada autonomía diciendo otra, demuestra que el Estado de las autonomías, que nadie se atreve a poner en solfa, es un desastre. Presumir de descentralización está muy bien pero no cuando te enfrentas a algo serio, como el coronavirus.