Rodeada por su esposo y siete hijos, Barrett ofreció una imagen plenamente realizada de una mujer profesional, una que ha elegido el matrimonio y los hijos
La candidata de Donald Trump al Tribunal Supremo norteamericano, Amy Barret, ha sido objeto de cacería por los progresistas gringos, ahora arracimados en el Partido Demócrata cada vez menos americano y cada vez más decadente.
Así, en sus sesiones ante el Senado, que es el que tendrá que refrendar su elección, Amy Barrett ha respondido que su fe cristiana no influirá en sus sentencias.
Es admirable esta mujer: una jurista con un impresionante currículo, casada, siete hijos, dos de ellos adoptados y uno con cierto retardo. Admirable… pero no me ha gustado nada su respuesta.
¿Dogmática? Sólo hay dos tipos de personas. Los dogmáticos que saben que lo son y los dogmáticos que no sabe que lo son
A ver, doña Amy: ¿cómo que no va a influir su fe en sus sentencias? En primer lugar, eso es imposible. La fe no es un añadido postizo, sino parte esencial de la persona. Si la fe impide dictar sentencias justas debe abandonar la judicatura. Por supuesto que su fe influirá en sus sentencias.
Es más: no hay contradicción entre fe y razón: son lo mismo. Nada más racional que la fe, mientras la mayoría de nuestros conocimientos se obtienen por fe, es decir, por nuestra confianza en una autoridad superior, desde nuestro maestro de escuela al más prestigioso médico del momento.
Y al mismo tiempo, no hay justicia sin fe. No hay justicia sin unas mínimas entrañas de clemencia.
Nada más natural que lo sobrenatural. Y si no, acaba en antinatural
En cuanto a la acusación a Amy Barret de ser dogmática. Ya lo decía Chesterton: sólo hay dos tipos de personas, los dogmáticos que saben que lo son y los dogmáticos que no saben que lo son.
Y lo más decisivo: nada más natural que lo sobrenatural. Y si lo natural no camina hacia lo sobrenatural, acaba en antinatural. Claro que la fe de Amy Barret influirá sobre sus sentencias: afortunadamente.
Porque, otra vez Chesterton: al entrar en el parlamento, en el juzgado o en la redacción, hay que dejar el sombrero en el perchero, pero no la cabeza”.
Comprendo la defensa de Amy Barret ante la cacería progre de los demócratas norteamericanos, que no soportan -no porque sean dogmáticos sino porque son sectarios- a una cristiana consecuente, madre de siete hijos, defensora de valores cristianos, y encima guapa. Pero sí, su fe influirá en sus sentencias. Eso espero. Por eso serán sentencias más justas y más clementes.