Película de análisis histórico que coincide con un clásico de cine como es El Gatopardo (Luchino Visconti, 1963), en que si aquella narraba el derrumbe de la sociedad aristocrática, ésta incide en los últimos coletazos del comunismo y la difícil aceptación de la nueva sociedad.

En otoño de 1989, Wilhelm, un alto mando del Partido Comunista de la República Democrática Alemana, celebra su 90 cumpleaños rodeado de amigos y familiares. Pero a esta cita crucial, quizás la última en la que Willem, debido a su avanzada edad, se encuentre en plenas facultades físicas y mentales, no se presenta su nieto favorito: Kurt, que ha huido a la zona Occidental.

Drama que supone un ejercicio de inteligencia, se trata de una adaptación al cine de la novela homónima del escritor Eugen Ruge, que hace una disección psicológica perfecta de tres generaciones de una familia: el abuelo, un comunista acérrimo, su hijastro, que vivió en Rusia donde se casó y el nieto, un joven que no acepta la sociedad sin libertad  de la RDA, de ahí su huida hacia Occidente.

Con prácticamente un solo escenario, la casa unifamiliar donde el nonagenario recibe a sus invitados, pero con trazos narrativos afilados se realiza un retrato perfecto de ese hombre: un déspota en lo profesional y lo personal, a quien la mayoría de los que le rodean le temen más que le aman.

Inmenso en su actuación Bruno Ganz, que está tan magnífico como en El Hundimiento.

Para: Los que les guste el cine europeo de contenido inteligente pero, evidentemente, con otro “tempo” que el americano.