E.On ha ‘cortocircuitado’ en el primer trimestre, pues ha pasado de ganar 826 millones de euros a perder 72 millones... Algo que al mercado (y por tanto, a los inversores) no les ha gustado (la cotización baja un 1,2%), aunque el tirón de orejas no ha sido fuerte, probablemente, por la confirmación de las previsiones anuales... y de las inversiones en la transición energética.

La energética alemana ha tropezado en el inicio del año, tras un malo 2022 (su beneficio se desplomó un 61%), pese a que entre enero y marzo ha elevado resultado bruto de explotación (ebitda) e ingresos. Claro que el motivo no se debe a la evolución del negocio o a la gestión del mismo, sino a un extraordinario bastante grande: un impacto neto negativo de 9.822 millones al reconciliar distintas funciones corporativas con la consolidación de resultados.

E.On ha tenido unas pérdidas de 72 millones hasta marzo, mientras que el ebitda ha crecido un 30%, a 2.715 millones, pese a afrontar mayores costes (33.434 millones, un 17% superiores) por el menor desembolso en materiales. Por su parte, los ingresos se han incrementado un 13,2%, a 34.212 millones, con fuertes alzas en el negocio de clientes y en el de redes. Eso sí, la deuda neta ha aumentado en 2.344 millones respecto al cierre de 2022, hasta 35.086 millones, por lo que la energética alemana sigue valiendo en bolsa (31.600 millones) menos de lo que debe. Además, le ha ido bastante peor en el inicio del año que a su compatriota RWE