El problema del siglo XXI: ¿Dónde invertimos los ahorros?
Si lo pensamos fríamente, no tiene sentido: invertir sabiendo que vamos a perder dinero. Si alguien nos lo propusiera de esta guisa, cara a cara, seguramente le miraríamos con asombro y le despacharíamos con un escueto, “no gracias”. Pero está ocurriendo, no lo segundo, sino lo primero: la gente no sabe dónde invertir sus ahorros y se está lanzando a por la renta fija como si no hubiese un mañana. El bono español a diez años, por ejemplo, ha llegado a estar al 0,12% de rentabilidad; el bund alemán, al -0,58% y el bono de referencia irlandés ha entrado, por primera vez, en terreno negativo, esto es, inversores que pagan por tener deuda irlandesa.
Y los políticos, felices, al menos los irresponsables. ¿Que no tenemos dinero para pagar las pensiones? No pasa nada: emitimos más deuda, y asunto resuelto. Además, lo vendemos como un éxito de confianza en nuestra economía: captados no sé cuántos millones a una rentabilidad inferior. La cosa marcha.
Algo parecido sucede con los bonos de las grandes empresas. Bonos a muy largo plazo y con muy mala salida en el mercado secundario. Los inversores están dispuestos a perder dinero, no porque los bonos corporativos coticen en negativo, sino porque su rentabilidad está muy por debajo de la inflación.
Los políticos irresponsables, felices: ¿Que no tenemos dinero para pagar las pensiones? No pasa nada: emitmos más deuda, y asunto resuelto
La otra cara de la moneda es la renta variable. Se nos está vendiendo que el problema es la incertidumbre que provoca la guerra comercial, y es cierto, pero solo en parte. La disputa entre EEUU y China es un problema coyuntural, del momento. El problema de la renta variable (la bolsa, para entendernos), es más profundo y, por tanto, más serio.
En pocas palabras, las empresas, sobre todo las grandes corporaciones, ya no pueden seguir ofreciendo las rentabilidades de años atrás. El mercado se ha estrechado de tal manera que las compañías solo encuentran dos maneras para aumentar sus beneficios: apostar por el low cost y reducir los costes.
Un ejemplo muy claro lo hemos visto en las telecos. Cuando Movistar lanzó Fusión –una auténtica revolución que marcó un antes y un después en el mercado-, el resto de operadoras le acusaron de provocar en el sector una pérdida de valor de 5.000 millones de euros, y tenían razón. Al final, todas las compañías han seguido el ejemplo de Telefónica. Ahora, curiosamente, la tendencia es subir las tarifas. Lógico, porque el problema del low cost -y de la reducción de costes- es que no puede ser permanente.
En este contexto general no es extraño que el oro haya subido un 13% en lo que va de año, hasta los 1.460 dólares por onza, un nivel que no conocía desde 2013. ¿Otra alternativa de inversión? Las criptomonedas, aunque más que inversión deberíamos hablar de ruleta rusa. Y luego está la opción de toda la vida: guardar el dinero bajo el colchón. Es como para pensárselo.