No te nombramos consejero para que pidas papeles. Es lo que le comentó un hermano de Juan Carlos Escotet, presidente y propietario de Abanca, a un futuro vocal del Consejo que, como es lógico, ya antes de tomar posesión, solicitó información. Y además era de los que entendían de contabilidad. Y sí, han acertado: lo que quería saber era el negocio típico, prescindiendo de las ayudas públicas.

Juan Carlos Escotet, venezolano de origen español, compró las dos cajas gallegas ya bastante saneadas, con dinero público. De hecho, junto a Caixa Cataluña, hoy BBVA, fue, en términos relativos, la entidad que más ayudas recibió: 9.000 millones de euros. A eso añadan otros 5.000 millones en activos tóxicos asumidos por la SAREB.

Luego vino la compra. Hubo varios postores y el más dispuesto era Caixabank. Pero allí se plantó Alberto Núñez Feijóo, entonces presidente de Galicia, para dejar claro el camino: cualquiera menos los catalanes. Hablamos de una entidad que aún posee un 40% del mercado bancario gallego, 10 años después. Y Caixabank andaba y anda floja en la cornisa cantábrica.

Total, que el Banco de España, ante el estupor de sus propios directivos encargados del concurso, se lo adjudicaron a aquel que señalaba Feijóo, a Banesco, el banco de Juan Carlos Escotet que hasta entones sólo poseía el pequeño banco Etcheverría.

La sociedad Banesco Holding Hispania compró Nova Caixa Galicia (NCG), futura Abanca, por 1.003 millones de euros, pero ojo, Escotet sólo pagó 400 millones. Los restantes los hizo "con cargo a la propia entidad comprada".

Y a esto es a lo que Escotet llamó, hace tan sólo un par de semanas, "saber comprar". En efecto compró muy bien aprovechando la cabezonada de Feijóo y, sobre todo, aprovechando el dinero público.

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Pero no sólo eso: a lo largo de esta década, Escotet ha utilizado las ayudas públicas para salvar la cuenta de resultados y para intentar convertir Abanca en uno de los grandes bancos del país y a él en un gran banquero. Durante los últimos años no ha tenido más que reducir las provisiones para mantener una apariencia de entidad saneada. Es decir, ha seguido tirando del dinero público español y de los activos de lo comprado.

Además, emprendió un proceso de crecimiento inorgánico poco justificado. Allá donde un banco podía estar a la venta, allí acudía él, fuera Liberbank, Unicaja, Ibercaja, en España, en Portugal, y todo el mundo se volvía atrás porque Escotet "sabía comprar"... hasta demasiado bien.

Y el regulador empieza a preocuparse. De entrada, le ha pedido que reduzca riesgos en industrias, como, por ejemplo, Pescanova. Pero no ha sido el principal aviso: el regulador BCE quiere que Escotet se tranquilice y ponga orden en casa antes de pensar en nuevas aventuras. Y este consejo, aunque más vago, es más importante que aquel. Ha llegado el momento de que Juan Carlos Escotet demuestre lo que vale. Un último consejo-orden del regulador, ligado al anterior: para vivir de las ayudas públicas vale cualquiera, para vivir de los clientes se necesita más capacidad de gestión que, traducido, significa que debe reforzar su equipo directivo liderado por el consejero delegado, Francisco Botas.

Y es que para la familia Escotet es mejor hacer negocios que hacer empresa. Y los directivos con experiencia sólo sirven para hacer empresa, no para hacer negocios.