¿Me gusta la ley de censura -que no tendrá ningún éxito, se lo aseguro- de Donald Trump sobre las redes sociales? Sí. Como periodista, la censura -que es general- no me gusta, al menos con carácter preventivo, que no represivo. 

Lo que ocurre es que la norma de Trump es censura represiva. Trata de castigar a quien calumnia o injuria a alguien como hace cualquier código penal, sólo que no sólo persigue al automovilista injuriador sino también al dueño de la carretera. Por ejemplo, a Facebook o Twitter.

Ahora bien, en su descargo tengo que decir que los mismos dueños de esas redes sociales pertenecen al Nuevo Orden Mundial (NOM), incluido su apellido habitual de pensamiento único, progresista y cristófobo.

Es decir que Trump no pretende censurar a Facebook y Twitter, ellos ya censuran a sus usuarios en aras del discurso imperante y de lo políticamente correcto… y hasta unos extremos en verdad estúpidos.

No es coña: Facebook censuró a Hispanidad por racista: habíamos utilizado un titular donde aparecía la locución “Diez Negritos”. Tuvimos que explicarle a los censores de lápiz rojo del señor Zuckerberg que diez negritos no era ninguna alusión racista sino la obra cumbre de Agatha Christie

¿Qué tienen que ver los saqueos con la lucha contra el racismo? Al parecer, mucho

Y la autocensura que ejercen los multimillonarios propietarios de redes sociales resulta muy peligrosa porque en todo Occidente está ocurriendo algo parecido a lo que ocurre en España: una prensa adocenada donde la gente cada día se siente menos reflejada. Por eso, la verdad -insisto, lo digo con mucha pena- se ha refugiado en las redes sociales y huye de los grandes medios.

El rigor no, pero la verdad sí. En la redes sociales reina la libertad. Es decir, está todo lo peor y todo lo mejor. Mejor no juguemos con ello.

Y por eso tiene tanta razón el brillante comunicado de Vox. Brillante porque le da la vuelta a la tortilla: defiende a Trump en nombre de las amenazas a la libertad de expresión. Ese es el camino.

En cualquier caso, todo vale con tal de acabar con Donald Trump. El Nuevo Orden Mundial (NOM) no le soporta.

Y algo similar ocurre con los brotes de violencia surgidos en Estados Unidos tras la muerte, por parte de la policía, del ciudadano negro (o afrodescendiente, si lo prefieren, pero conste que estamos diciendo lo mismo y con idéntico respeto) George Floyd.

Trump ha sido masacrado, también por los progres de Twitter con su amenaza de que si continuaban los saqueos comenzarían los tiros. Y ya han empezado, lógicamente, no porque lo ordene Trump sino porque era el final lógico. Todo el mundo lloró la muerte de Floyd y el policía que le mató ya ha sido detenido y acusado de asesinato pero nadie se preocupa de los blancos -perdón, caucásicos, que vivimos en el blandengue mundo del eufemismo- golpeados, ni de los comerciantes a los que han derruido su negocio. Para vengar a George, al parecer había que robar una nevera o una tostadora.

¿En que se parecen Trump y Vox? Si caen, desaparecerá la influencia cristiana en política… en EEUU y en España. Y eso tiene su importancia

Y la pregunta final es: ¿En que se parecen Trump y Vox? Pues en que si caen, desaparecerá la influencia cristiana en política… en EEUU y en España. Y eso tiene su importancia.

Insisto: no se persigue a Vox ni a Trump por ser ultras: se les persigue porque ambos, personaje e institución, mantienen una cosmovisión cristiana de la existencia… y eso es lo que el NOM no soporta.