Reed Hastings y Marc Randolf son los pormenores y mandamases de Netflix, aunque de HBO podía decirse algo parecido. No se sabe cuál de las dos plataformas de teleseries por Internet ‘streaming’ es más progre y por tanto, liberticididas, pero estamos en ello.

Recuerden, Netflix amenazó con marcharse del Estado de Alabama si las autoridades, democráticamente elegidas, de aquel Estado insistían en lanzar una normativa provida, que proteja al más inocente e indefenso de todos los seres humanos: el concebido y no nacido. Y no se trata de disentir: si promulgas esa leyes te dejó sin miles de empleos en Alabama. Un método mafioso, en sentido prístino.

Y en Alabama, le dicta a las autoridades, democráticamente elegidas, qué leyes le gustan y cuáles no. Las leyes provida no le gustan

ahora hace lo propio con el diario español ABC: resulta que al señor Hastings no le gusta la línea ideológica del 'ABC', no es lo suficientemente prohomosexual y entonces le castiga no anunciándose en el 'ABC' y en los diarios del Grupo Vocento.

Y todo esto no debería extrañarnos. El progresismo es sectario y liberticida, por naturaleza. Si no sigues sus dictados eres su enemigo y van a por ti. No exigen que les respeten -eso sería lógico-, lo que quieren es fagocitarte. Eso de que el progresismo implica una mente abierta acaba en lo que decía Gilbert Chesterton: tener la mente abierta es como tener la boca abierta, un signo de estupidez. La mente, con las mandíbulas, sólo se abre para cerrarla de inmediato sobre algo consistente.

Es decir, que el progresismo no sólo es estúpido sino también liberticida.

Por favor, que continúen con su sectarismo pero, encima, que no presuman de honrados.

 Las teleseries se han convertido en el instrumento de ficción más influyente... controladas por gentuza políticamente correcta como Hasting y Randolf

Las plataformas hacen, ante todo, teleseries y las series constituyen el teatro de siglo XXI.

HBO y Netflix, así como las nuevas plataformas de Streaming, como Disney o Apple, han creado un oligopolio mundial que, encima, pretende proyectar un pensamiento único. Eso sí, un pensamiento progre… que no deja de ser una contradicción en sus propios términos: los progres no piensan, embisten.

Una receta: no consuma Netflix y HBO.