Otro paso atrás de Pablo Casado como presidente del Partido Popular: promete a su partido no hablar de aborto. O sea, que rodeado de un aparato –que es responsabilidad suya– entre los que destacan Javier Maroto y Dolors Montserrat, ya empieza repudiar que “me preguntan por cuestiones morales”, cuando él lo que quiere es hablar de Cataluña y tratar de traidor a Sánchez. ¿Y qué tiene de malo que te pregunten por cuestiones morales, campeón? Si, de hecho, te preguntan muy poco.

El PP debería hablar de familia, enseñanza, propiedad privada, defender a los católicos agredidos, reconciliación entre españoles...

Sí, es cierto que hay millones de españoles hartos del nacionalismo catalán y que en estos momentos votarían cualquier cosa con tal de fastidiar al insufrible tándem Torra-Puigdemont. Ahora bien, en ese terreno, Casado tiene muchos competidores: por ejemplo a Ciudadanos de Albert Rivera y al Vox de Santiago Abascal.

Precisamente, es en las cuestiones morales, por ejemplo en el aborto –que siempre es mucho más que el aborto, pues conlleva todo el derecho a la vida– cuestión nuclear de la política contemporánea, donde el PP podía diferenciarse. Ya saben, los famosos valores, pero no los valores bursátiles.

El líder conservador quiere ganar las elecciones gracias al separatismo catalán: mala idea, en ese terreno tiene muchos competidores

No sólo el aborto, también la protección de la familia natural, la lucha contra la venenosa ideología de género o la libertad de los padres para educar a sus hijos como le venga en gana o una economía basada, no en la defensa de la empresa privada, sino de la propiedad privada.

Pero no, Casado se ha acobardado y se ha convertido en otro Mariano Rajoy, o en otro José María Aznar, ambos derechistas cobardones, empeñados en no meterse en cuestiones morales; más vale la poltrona que la coherencia.