Decía Chesterton que llegaría un momento en que nos obligarían a demostrar que la hierba es verde. Y parece que demostrar la evidencia constituye una de las más afanosas tareas del momento presente. Y es que la humanidad está siendo diezmada, no por el Covid, sino por la locura Covid.

El coronavirus se está convirtiendo en una enfermedad mental grave. Y los medios informativos estamos colaborando con ello.

No es broma. El País, el diario más vendido de España, anuncia en portada “el beso geológico”, que coloca en riesgo de terremoto a 14 millones de españoles. Mientras, empieza a correr por las redes sociales la previsible plaga de langosta africana, lo cual aporta a la chifladura general reinante un nota de color extraordinariamente efectista (no por lo de África sino por lo de la langosta). Reparen en que los dos medios enlazados son el País y Público, inequívocamente progresistas. Por tanto, más amantes del rigor que de la verdad.

La peor secuela del coronavirus ha sido la desesperación. Ha provocado muertes pero, en mayor grado, está provocando chifladura generalizada 

Todo esto representa la guinda de una tarta compuesta por elementos ya conocidos, como la insoportable explotación de la mujer, el apocalipsis climático o los delitos de odio -más bien delitos de oído-… ante el creciente odio de todos y de algunas. 

Y es que el miedo al Covid ha generado un ramillete de hipótesis de futuro, sí futuro, pueden suceder o no, pero disparan el miedo en presente… y demuestran la raíz del problema: sabemos poco de este virus y, además, se trata de un virus muy raro. No se sabe si es invento chino o chapuza china pero ha provocado centenares de negligencias y miles de inventos y mentiras en todo el mundo.

Además, no sabemos nada del virus y, por tanto, se ha convertido en un virus raro: los efectos que produce son incontables, al punto de que algunos sospechan que no son tantos sus efectos sino que todos los efectos patológicos se atribuyen al virus.

Más rarezas: todos los medios posible, ciencia y dinero, se han dedicado a la obtención de una vacuna y muy pocos a descubrir tratamientos que disminuyan el dolor y eviten la muerte. El proceso habitual es precisamente este: primero las terapias, luego la inmunización. No al revés.

Importante: el discrepante es anulado mediática y socialmente (redes sociales) por “negacionista”. La locura Covid sólo  se cura con un adarme de buen humor

No sabemos nada sobre las vacunas para inmunizarnos del virus. No sabemos ni de de su seguridad ni de su eficiencia, lo que es tanto como decir que no sabemos ni cuánto inmuniza ni por cuánto tiempo.

Pero la peor secuela del coronavirus ha sido la desesperación general. El virus ha provocado muertes pero, antes que nada, está provocando locura, neurosis general, histeria masiva. La chifladura crece.

Y, naturalmente, el discrepante es anulado socialmente por “negacionista”. Naturalmente, los negacionistas no existen. Nadie es tan idiota como para negar la existencia de un virus que está matando a miles de personas. Pero esa mentira sirve para anular cualquier discrepancia y cualquier disidencia. Este virus ha resucitado el lema musoliniano, seguido por nazis y comunistas: creer, obedecer, luchar. Es la chifladura COVID. Sólo se cura con un poco de buen humor. Entre otra cosas, porque el mal siempre acaba por destruirse a sí mismo, antes que después.