El Deutsche Bank sigue siendo un problema serio para el gobierno alemán y para toda la Unión Europea. Sí es cierto que el relevo de John Cryan por Christian Sewing en abril de 2018, significó la vuelta al beneficio: ese año, la entidad ganó 267 millones de euros frente a las pérdidas de 751 millones del ejercicio anterior. Hubo una mejora o, más bien, un ajuste durísimo de 7.000 empleados, solo tres años después del realizado por Cryan (9.000 trabajadores).

El presente ejercicio ha comenzado como terminó el anterior: en números verdes, pero gracias al recorte de costes. La cifra de negocio hasta marzo se redujo un 8,9%.

Sea como fuere, tanto el BCE como el gobierno Merkel le han buscado varias salidas el Deutche

La preocupación del BCE también es grande. El Deutsche es uno de esos bancos que no puede caer porque nos arrastraría a otra crisis bancaria en Europa, según el supervisor. Un enorme disparate que, sin embargo, tanto el sector como la opinión pública da por bueno. Sea como fuere, tanto el BCE como el gobierno Merkel le han buscado varias salidas el Deutche. A la conocida intentona de fusionarlo con el también alemán Commerzbank, este lunes nos hemos enterado que antes, el Deutsche y UBS sondearon brevemente su fusión a principios de año, según Bloomberg. Aquello no prosperó y surgió la idea del Commerzbank, que finalmente tampoco ha cuajado.

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Algo pasa con el Deutsche, no cabe duda, y no es positivo, cuando, como ha podido saber Hispanidad, empieza a haber proveedores que están rebajando sus compromisos con el banco al ritmo que les permiten sus contratos. A ser posible, a ritmo acelerado.

En el último año, la cotización del Deutsche ha caído un 34%. Sí, los inversores también huyen. Este lunes, después de comenzar con descensos del 4%, la acción ha remontado levemente y a media hora del cierre, ‘solo’ caía un 2,4%, hasta los 5,9 euros por acción. Solo hay una cosa clara: el Deutsche no puede caer. Es demasiado grande.