El Sanchismo ha ganado las elecciones y el genio de la Mancha ya prepara la asfixia económica de la Iglesia: vuelve do solía.

Las inmatriculaciones constituyen una nueva desamortización, muy similar a las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz durante el siglo XIX.

Recientemente, andaba yo por el maravilloso paraje zaragozano del Monasterio de Piedra. Allí junto a la que fuera la iglesia de la Abadía, fue expropiada por los liberales de la época, a la manera democrática que les caracteriza: como puede leerse en la placa, bastaron cinco años (1835-1840) tras el latrocinio para destruir una magnífica obra de arte y dejarla como ven: destrozada.

Porque, eso es lo malo de los anticlericales, tipo Sánchez -liberal de ahora mismo- primero roban a la Iglesia pero, como la Iglesia no tiene liquidez sino patrimonio, no saben qué hacer con ese patrimonio y se dedican, como niños traviesos a destruirlo.

Hoy, 170 años después, esa joya terminó como pueden ver: hecha un asco.

Prefiero una Iglesia pobre pero libre. Ahora bien, la cristianofobia de Pedro Sánchez resulta injusta y cansina

Pues bien, si Podemos se hubiera salido con la suya y los tribunales le hubieran dado la razón cuando pretendían robarle a la Iglesia la Catedral de Zaragoza, hoy tendríamos, junto a la Plaza del Pilar, un montón de ruinas o quizás una obra de arte destruida para hacer apartamentos. Y me temo que no serían apartamentos populares, sino de lujo. De lujo podemita.

Pero, no olvidemos que, si Podemos es el partido más anticlerical y vocinglero, el PSOE es el partido más cristófobo. Y así, el Gobierno Sánchez pretende comenzar su legislatura discutiendo a la iglesia -que tiene bemoles- la propiedad de sus basílicas, catedrales y templos en general.

La segunda andanada del Gobierno Sánchez es más peligrosa: se trata de que la Iglesia pague el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) porque, como asegurara la vicepresidenta Carmen Calvo, “la Iglesia tiene mucha riqueza y debe contribuir con los más necesitados”.

Insisto, no tiene mucha riqueza: lo que tiene es mucha piedra, mucho patrimonio. Pero monetizar el patrimonio no es cosa sencilla.

Además, y esta es la gran mentira, la Iglesia paga el IBI como todo hijo de vecino cuando no se trate de edificios de uso estrictamente religioso o pastoral. Por todo lo demás, paga. Eso de que la Iglesia no paga el IBI es una pancarta falsa y el PSOE sabe que lo es.

Y algo aún más importante, si de justicia distributiva hablamos: del IBI, en similares condiciones a la de la Iglesia, están exentos de tan terrible impuesto los partidos políticos, los sindicatos, las fundaciones, organizaciones sin ánimo de lucro y hasta entidades deportivas.

En cualquier crisis la asfixia económica que pretende Sánchez jamás noqueará a la Iglesia: la tibieza sí

Sin embargo, miren por dónde, el comecuras Sánchez está empeñado en que la Iglesia pague. ¿Por qué? Porque persiguen su asfixia económica: naturalmente, una institución milenaria que posee edificios enormes en el centro de las ciudades, no puede absorber el IBI, que grava el patrimonio inmobiliario, sin verse irremisiblemente abocada a la quiebra.

La verdad es que la asfixia económica no es lo que más debe preocupar a la Iglesia. Prefiero una Iglesia pobre pero libre a una Iglesia pendiente de su supervivencia económica… pero la cristianofobia de Pedro Sánchez resulta injusta y cansina.

Los males de la Iglesia siempre están dentro y, en ocasiones, arriba. La pobreza nunca bloqueará a la Iglesia, la tibieza sí.