“Corriendo con mangueras a las inundaciones y con barcazas a los incendios”. No a contracorriente sino a contrasentido. La sentencia de Clive Lewis define mejor que nada a la ministra de Educación, Isabel Celaáun verdadero desastre con patas con una lengua viperina.

Esta mujer, educada en colegio de monjas, profesora de un colegio de monjas -¡qué mal educan algunas monjas!- ha cosechado todos los éxitos del mundo con su Lomloe. Por lo menos lo ha intentado:

1.Intenta cargarse cualquier enseñanza con cierto sentido trascendente de la existencia. Y sin trascendencia, ¿qué sentido tiene la vida?

2.Cargarse la educación religiosa, por la vía de ponérselo difícil a la enseñanza concertada.

3.Pervertir a la infancia, bajo el principio de que las cosas no son ni buenas ni malas: sólo son posibles o imposibles. Lo único objetivo es la ideología de género, la forma más señera de corrupción de menores.

4.Imponer la ley del mínimo esfuerzo. No hay pueblo más sumiso que un pueblo de borregos.

Esos son los verdaderos objetivos de la Lomloe. A partir de ahí, reducir la importancia de la memoria, algo que doña Isabel Celaá presenta como un gran avance, cuando se trata de una monserga repetida desde hace 40 años.

Y además, falsa. La memoria es una de los principales colaboradores del raciocinio, y pobre de los desmemoriados. Que a un niño -como a mí, hace ya cuarenta años- le repitan que no tiene que aprenderse las cosas de memoria es una solemne estupidez. La memoria ayuda a la comprensión y la comprensión de las ideas y los conceptos viene facilitada por la memoria. Celaá, con mangueras a las inundaciones…

Pero todo esto resultaría aceptable... con mucha paciencia. A fin de cuentas, Celaá es un desastre pedante que recuerda aquello de que la ignorancia es atrevida. Pero esta semana la ministra vasca deba un paso más: se burlaba de un diputado que le hablaba de su hija con Síndrome de Down. Y ahí Celaá ha batido su propia marca, aunque horas después le pidiera perdón al diputado -tras múltiples críticas- y... a su manera. ¿De dónde salen estos personajes? ¿De la ley D’Hondt?