Superaremos juntos está situación pero, que quede claro, bajo mis estrictas órdenes. Este es el mensaje de la nueva alocución del presidente del Gobierno.

Tras una serie de medidas de economía de guerra, como trasladar el mando sobre la residencia de ancianos privados al Estado -una nacionalización encubierta como cualquier otra- y advertirnos de que eso de salir a hacer la compra todos los días puede matar a inocentes o incomunicar a España durante 30 días o convertir al Ejército en policía, tal y como hace toda dictadura que se precie, lo cierto es que Sánchez aportó pocas novedades pero, y esto es lo más singular, profundizó en su liberticidio. Por ejemplo, nos advirtió que cada vez que cogemos un coche estamos poniendo en riesgo nuestra vida y la de los demás.

Ahora bien, alcanzó el clímax en el momento en que citó la figura mágica de la progresía actual: los delitos de odio. Ojo al dato: discrepar del Gobierno es, según Pedro Sánchez, cometer un delito de odio. Quizás, porque somos una sociedad de “hombres y mujeres libres… que lo hacemos (la libertad) encerrándonos en nuestras casas” (SIC).

Para entendernos. Sánchez advierte: si discrepas del Gobierno estás cometiendo delito de odio y atentando contra la salud pública. Ya no eres un discrepante, eres un delincuente. Bueno, presunto delincuente.

La guerra contra la crisis económica del Covid no se arregla con más liquidez, sino volviendo a la propiedad privada frente a la ruina del Estado del Bienestar

A partir de ese pensamiento tautológico, ligeramente invertido, de don Pedro, resulta que es el coraje, no el miedo, lo que nos hace quedarnos en casa. Pero, por si te faltara el coraje o creyeras que el Ejecutivo se equivoca, ya te obliga el Gobierno a encerrarte en casa bajo pena de detención policial. Es algo así como el viejo dicho italiano de que “está bien fiarse pero es mejor no fiarse”. Me fío de que te vas a encerar en casa pero, por si acaso no te encierras, ya te encierro yo.

Y con ello no concluyo tu libertad, ¡nooooooo! Lo que estoy haciendo es evitar que cometas un pérfido delito de odio.

Vamos con el apartado de afrontar la crisis económica que va a provocar, no el coronavirus, sino la paralización del tejido económico por mor del enclaustramiento de la gente en sus domicilios.

Aquí, el error que comete Sánchez es doble. Por una parte la famosa movilización -más bien una estafa- de 200.000 millones de euros que va a movilizar todos los nervios de los españoles pero poca actividad económica… o ben va a constituir un desastre de morosidad, esta vez pública que llevaría a la quiebra al Estado. Pero, consuélense, las dos cosas al mismo tiempo no pueden suceder.

Al fondo, Sánchez, como todo socialdemócrata, comete el mismo error de siempre: creer que lo público funciona mejor que lo privado. Así, la guerra contra la crisis económica del Covid-19 no se arregla con más liquidez sino volviendo a la propiedad privada frente al latrocinio de lo público y a la ruina a la que el Estado del Bienestar conduce a toda sociedad.

De la crisis provocada por la mala gestión del coronavirus se sale justamente en dirección opuesta a la que propone Moncloa, con lo antedicho: volviendo a valorar la propiedad privada y no el dinero público.

Y a pesar de los pesares, creo que Sánchez saldrá políticamente reforzado del coronavirus. Los españoles sufrimos síndrome de Estocolmo

Con todo lo peor es la advertencia de Sánchez: si discrepas del Gobierno, de cómo afronta el coronavirus, estás cometiendo delitos de odio y atentando contra la vida. Vamos que eres un delincuente y un terrorista. Bueno, presunto, pero según el decreto de Estado de Alarma, será la autoridad quien decida si pasas de presunto a inculpado y quién sabe si a condenado. Luego no digas que no te lo advertí.

Ahora bien, a pesar de los pesares, y aunque resulte contradictorio con todo lo anterior, creo que Pedro Sánchez saldrá reforzado de su desastrosa historia contra el coronavirus. Los españoles sufrimos síndrome de Estocolmo.