El cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ha emitido un comunicado en el que no prohíbe la celebración de la eucaristía pública (la no pública no la puede prohibir ni el dictador más cristófobo) pero sí permite que lo hagan los vicarios de cada zona de Madrid… si así lo consideran pertinente.

La fiebre empezó en Italia, donde el Gobierno de Giuseppe Conte, preparado para volver a abrazar a todo el mundo en cuanto pase el coronavirus, decidió, motu proprio, cerrar las Iglesias de toda Italia… y los obispos trasalpinos dijeron que lo lamentaban muchísimo pero no se opusieron.

En España, el obispo de Vitoria ha decidido suspender todas las eucaristías públicas. Empezamos bien.

Además, En Madrid se suprime el cumplimiento del precepto y el arzobispo anima a la misa digital

Maticemos: Osoro no prohíbe las eucaristías públicas pero pide que se mantenga la norma del Gobierno Sánchez de no llevar más de una tercera parte del aforo en cada templo. Podríamos hacer como los polacos, que ante la necesidad de reducir el aforo han decidido oficiar más veces la eucaristía. Osoro, también, anima a los fieles a seguir la misa por televisión o por internet.

En resumen, el Gobierno Sánchez no se ha atrevido, como el italiano, a cerrar los templos, pero todo indica que ya lo están haciendo los obispos, eso sí, no como en Italia, aquí por tramos. El hecho de que se haya cerrado la basílica de San Pedro y que el Papa Francisco oficio misa sin público y retrasmitida por Internet, no ayuda mucho.

Recuerden que la persona impedida o enferma no peca si no va a misa los domingos por razones de salud pero, ojo, tampoco cumple el precepto siguiendo la Eucaristía por la tele o por la pantalla del ordenador.

La tendencia, en todo el mundo, es a utilizar el coronavirus como excusa para prohibir el santo sacrificio 

Pero todo esto poco importa comparado con la tendencia general, en los cinco continentes, a utilizar el coronavirus como excusa para prohibir el santo sacrificio en todo el mundo. A partir de ahí, puede pasar cualquier cosa… y ninguna buena.