Sr. Director:

Todos los ojos de la Iglesia estaban fijados, durante hace doses semanas, en el Encuentro Mundial de las Familias que se desarrollaba en Dublín y que contó con la presencia del Papa Francisco el correspondiente fin de semana. El acontecimiento, repetido cada tres años en un país distinto desde que se celebró el primero en 1992 bajo el impulso de Juan Pablo II, ofrecía en esta ocasión un especial interés por las palabras y los gestos del Papa después de la conmoción que el orbe católico sufre por las nuevas revelaciones de abusos cometidos en el ámbito eclesial en Pensilvania. De hecho, el programa del Encuentro lo quiso modificar el propio Francisco al incluir una reunión con víctimas y familiares de abusos similares ocurridos años atrás en Irlanda.