Talgo se ha convertido en otro ejemplo de nacionalización encubierta por parte del Gobierno que lidera el intervencionista Pedro Sánchez. Eso sí, en este caso, lo hace para regalar su control a los amigos vascos del PNV. Otra rendición más ante los nacionalistas vascos que se preveía tras la última reunión entre Sánchez y el lehendakari, Imanol Pradales, donde hubo más cesiones en materia de Seguridad Social.
Ya saben que ninguno de los socios del líder socialista le da su apoyo a cambio de nada, lógico. Sin embargo, ahora estamos hablando de Talgo, una empresa privada. Eso sí, todo empezó por culpa de un fondo de inversión (Trilantic), que quería irse del capital del fabricante ferroviario sí o sí, aunque no a cualquier precio, por supuesto. Y el socialista Sánchez, que está empeñado en hacer política interviniendo empresas, vio una oportunidad en Talgo, a la que en el Gobierno ven como empresa estratégica por su tecnología de ancho variable. ¡Qué excusa!
Por eso Moncloa vetó la OPA lanzada por el consorcio húngaro Ganz-Mavag por el 100% de Talgo por 619,3 millones de euros (lo que suponía 5 euros por acción). ¿Los motivos? Puro sectarismo ideológico para castigar a los ‘ultras’ del país de Viktor Orbán y… la seguridad nacional. Luego pidió a Criteria Caixa que entrara en Talgo, pero ante su rechazo buscó nuevos socios, como: la siderúrgica vasca Sidenor, el fabricante ferroviario polaco Pesa y el indio Jupiter Wagons (que tiene entre sus accionistas al eslovaco Tatravagonka).
Al final, Sidenor fue ganando posiciones y más al formar un consorcio con el fondo público vasco Finkatuz, la Fundación Bancaria BBK y la Fundación Bancaria Vital, para hacerse con el 29,7682% de Talgo. Pero claro, han ido remoloneando al implicar al PNV… y su caradura para no poner todo el dinero, llegando a culpar a la multa de Renfe por el retraso en la entrega de los trenes Avril, para no cerrar la operación y presionar a Moncloa. Y se han salido con la suya, aunque la SEPI ha dilatado la cuestión… En el último Consejo de Ministros, se ha aprobado que la SEPI -con el dinero de todos los contribuyentes, por supuesto- entre en Talgo. Será tras suscribir un aumento de capital por 45 millones con exclusión del derecho de suscripción preferente a un precio de 4,25 euros por acción, para hacerse con el 7,8753%… y también suscribirá obligaciones convertibles en acciones por otros 30 millones. Por su parte, el consorcio vasco pondrá otros 75 millones… y se hará con el 29,7682%.
Así se vuelve a ver el empeño de Moncloa de conquistar el Ibex 35 y otras muchas empresas mediante participaciones accionariales mínimas, consejeros dóciles y pagos políticos a los socios del Gobierno. Y dentro de esta línea, otro ejemplo se puede observar en Telefónica. En el caso de Talgo, la nacionalización encubierta sale mucho más barata a los contribuyentes que la de la teleco, pero es igualmente criticable. Si Sánchez quiere comprarlo todo, incluso las empresas, que lo haga en su totalidad (o sea, al 100%) y no de forma parcial, y que los regalos a sus socios no salgan del erario público.
Eso sí, ni la entrada del consorcio vasco (que quiere que Talgo tenga su sede en el País Vasco) ni la de la SEPI soluciona, por ahora, el problema de capacidad industrial del fabricante ferrovario... Y en cuanto a los resultados, habrá que esperar al próximo ¡30 de septiembre! para conocer los del primer semestre.