Fue Pío XI (1922-1939), el Pontífice de entreguerras, un papa injustamente poco citado, quien en una semana se ventiló las condenas de todos los totalitarismos del siglo XX, esos que seguimos sufriendo en el XXI. En tres encíclicas, la dos primeras de 1937 y la tercera de 1931, el pontífice de Desio condenó el comunismo (Divini Redemptoris), el nazismo (Mit brennender sorge) y el fascismo (Non abbiamo bisogno).

Sí, antes que nada, el fascismo y para ello no se arrugó por el hecho de que Mussolini hubiese aceptado, dos años antes, el acuerdo por el que el Vaticano se convertía en Estado independiente (Pactos de Letrán) y el Papa en el jefe del Estado Vaticano, primer soberano del Estado de Roma: el fascismo era ateo, pagano y totalitario, absolutamente incompatible con el credo cristiano

En breve, como cada último, o penúltimo, domingo de noviembre -este año domingo 23- Pío XI experimentará una súbita resurrección porque fue él quien instauró la Festividad de Cristo Rey, algo que para el español medio, poco ducho en historia de la Iglesia, tiende a confundir la realeza de Cristo con la ultraderecha, y confunde el grito de los cristeros cuando eran asesinados por los masones y revolucionarios mexicanos. ¡Viva Cristo Rey! como un grito ultraderechista. Sí, la falta de cultura religiosa provoca extraordinarios espasmos de estupidez. 

Pío XI (1922-1939) instauró la festividad de Cristo Rey en 1925. De paso, este Papa tan poco citado, condenó el comunismo, el nazismo y el fascismo y, ya antes de que se inventara la píldora, condenó todo tipo de contracepción: un pontífice de lo más interesante

Pues bien, con la Festividad de Cristo Rey se cierra el acto litúrgico y lo que asegura esta fiesta es que Cristo no sólo es Rey sino que es Rey de Reyes. Con esta fiesta termina el año litúrgico y comienza el nuevo, con el Adviento y la Navidad.

Y luego está la otra pieza de este papa olvidado: Casti Connubii (1930), donde se rechaza, no ya los medios anticonceptivos, sino los métodos naturales, si no hay razón grave para usarlos, porque no se trata tan sólo de no matar al inocente o cegar las fuentes de la vida. Se trata de volver al mandato divino: creced y multiplicaos. Al parecer, Dios también era un negacionista.

Una encíclica donde se nos recuerda algo al parecer olvidado: que el principal fin del matrimonio es la generación y educación de los hijos. Y es que, en cuanto a la prole, asegura Pío XI, "cuando se busca evitarla viciando el acto conyugal, rechazando así el fin primario del matrimonio -la generación de la prole-, pues los fines secundarios -el auxilio mutuo, el fomento del amor recíproco y la sedación de la concupiscencia- son legítimos, pero siempre que quede a salvo la naturaleza intrínseca del acto conyugal y, por tanto, su subordinación al fin primario”. 

Pío XI fue el Papa que creó el Estado Vaticano, que condenó el fascismo, el comunismo y el nazismo, así como todos los métodos contraceptivos. Un pontífice fructífero, injustamente olvidado

Pero hoy, quedémonos con el grito de ¡Viva Cristo Rey!, el antídoto de aquella genialidad perversa del gran René Goscinny (Astérix en Helvecia) cuando le hace decir a un médico romano, asistente a una orgía, una pocas palabras que resumen perfectamente a las tres últimas generaciones:

-Eso de que los dioses se comporten como si fuesen amos tiene que acabarse.

¡Viva Cristo Rey!, el grito con el que murieron muchos mártires españoles de los republicanos españoles y, antes, muchos cristeros mexicanos machacados por los cristófobos. 

Comienza la semana de Cristo Rey.